Hace unos pocos días el Grupo Vida cumplió 10 años de salir a buscar desaparecidos al desierto. Qué fácil se dice; en una década pasan muchas cosas quizás desapercibidas en nuestras propias vidas. En una década cosas cambian y otras se mantienen igual. Pero para este grupo de mujeres y hombres durante 10 años ha habido algo que no ha cambiado, y eso han sido las ausencias con las que viven; no ha cambiado, tampoco, esa necesidad y llamado de la sangre y de la dignidad de salir cada fin de semana o entresemana a estropearse las rodillas, a llenarse de tierra, a cocerse bajo el sol nada amable de La Laguna, a tener que escarbar la tierra para encontrar a los frutos de su carne.
Recuerdo que en unas de sus primeras búsquedas encontraron el cuerpo de una mujer en las faldas de un cerro, detrás de un panteón en la colonia Santiago Ramírez de Torreón. Sería el primer hallazgo de muchos.
A esa ocasión no pude asistir. Por ese tiempo yo participaba en un colectivo anticapitalista llamado Los Nadies y como parte de nuestras actividades nos planteamos el vincularnos con Grupo Vida y colaborar en esas búsquedas que apenas comenzaban. Yo sería, digamos, el enlace principal.
Cuando me uní por primera vez a una búsqueda ya era marzo de 2015. Fuimos a Cerro Bola (en Parras, Coahuila) y encontramos tres cráneos en la intemperie. En abril fuimos al ejido Patrocinio (en San Pedro) y ahí encontramos, enterrados, restos óseos calcinados y tambos usados como cocinas. Semanas después regresamos a ese lugar a seguir escarbando, y después otra vez, y una vez más y otra más y otra. A la fecha, restos siguen saliendo de ese sitio de 2,236 hectáreas, poco más de 22 kilómetros cuadrados. De esas primeras búsquedas escribí una crónica que se publicó en Revista de Coahuila y que también anda por aquí en este blog.
Son 10 años ya y cuesta entender en toda su dimensión —incluso a mí que conviví muy de cerca con Silvia, Óscar, Lucy, Rocío, Martín, Horacio, don Chuy, don Richi, Conce, Rosita, Sonia y etcétera— lo que este grupo ha logrado y entender de dónde salen las fuerzas para soportar el sol y las horas de pie o caminando. En aquellos primeros años de 2015 y 2016 las búsquedas eran muy rudimentarias; salíamos en camionetas o en una van prestadas, con palas y picos, nos untábamos de protector solar y a caminar sin mucho conocimiento de cómo encontrar cuerpos enterrados en el desierto. Así por cinco horas o más; cada sábado. De regreso llegábamos por cervezas y solíamos alargar un poco la tarde en casa de Silvia y Óscar.
Ahora las búsquedas han cambiado; al grupo ya lo acompañan peritos especializados, antropólogos forenses, herramientas más adecuadas, y ya no caminan kilómetros bajo el sol en el desierto como en los primeros años. La última vez que acompañé a este colectivo fue en el ejido San Antonio del Alto de Matamoros, Coahuila, en febrero de 2021. Y la dinámica había cambiado: ahora consistía en colar la tierra con una criba en búsqueda de pequeños huesos o piezas dentales. Menos cansado, pero mucha concentración. Tiempo después me mudé a León. Pero las dos veces que he regresado a La Laguna de vacaciones me ha dado mucho gusto encontrarme con integrantes o ex del grupo. En diciembre de 2023 me topé con Martín y con Lucy en una actividad en Plaza Mayor, y en julio del año pasado pude saludar a Silvia, a Óscar y a Conce en una proyección de un documental.
Según la propia Silvia Ortiz, en 10 años han encontrado 27 sitios con restos humanos. El más grande, me parece, es el ejido Patrocinio. Según lo dijo ella en Facebook, se estima otra década de búsqueda sólo en ese lugar, para recuperar todos los cuerpos que ahí perecieron. Un campo de exterminio.
A veces da la sensación de que nos sentamos a mirar como si ya todo esto perteneciera al pasado, como si ya no ocurriera. La realidad es que esto no ha parado. El capitalismo voraz disfrazado de guerra contra las drogas sigue ahí, abriéndose paso, desplazando comunidades, apropiándose de tierras.
Muchos en 2018 con la entrada de la Cuarta Transformación quisieron ver ahí un dejo de esperanza, pero ya vimos que nada ha cambiado, que López Obrador se fue y le dio más poder al ejército, aunque sus aplaudidores —esos que hace una década con los 43 de Ayotzinapa, justo cuando Grupo Vida comenzaba a salir a búsquedas, se rasgaban las vestiduras gritando ¡fue el ejército!, ¡fue el Estado!— hoy voltean para otro lado. Pero es suficiente con seguir mirando bien: ahí están Sinaloa, Guerrero, Guanajuato, Jalisco. Y también, si se mira mejor, ahí sigue gente como Silvia, Óscar, Lucy, Rocío, Martín, Horacio, don Chuy, don Richi, Conce, Rosita, Sonia y etcétera.