Por Marcela Turati para el proyecto A dónde van los desaparecidos
En la ceremonia presidencial donde se abría por primera vez el Campo Militar Número 1 a las víctimas de la “guerra sucia” y se les prometía el acceso a los archivos de la represión para conocer el destino de sus familiares desaparecidos, el secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval, echó un balde de agua fría al anunciar que serán conmemorados los militares caídos al cumplir su deber en episodios del pasado.
“Con orgullo les expreso que el propio mandatario autorizó inscribir los nombres de militares fallecidos con motivo de los hechos del pasado en el Monumento a los Caídos de las Fuerzas Armadas, como un tributo y un sentido homenaje a los soldados que cumplieron con su deber aún a costa de su vida”, fueron las palabras que hicieron que EL evento de este miércoles 22 de junio, encabezado por el Presidente, terminara entre lamentos, protestas y reclamos de los sobrevivientes de la contrainsurgencia y de las familias de las personas asesinadas o desaparecidas forzadamente por militares.
En su discurso, que a ratos parecía una justificación de los crímenes del pasado, a ratos un informe de labores sobre derechos humanos, el jefe del ejército le hablaba a la otra mitad del público, la que no ocupó reflectores, la que permanecía en silencio y a la que presentó como: “los militares y familiares que fueron afectados por los hechos ocurridos en aquel entonces”.
“¡Ni perdón, ni olvido, castigo a los asesinos!” y “¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, las consignas lanzadas en lugar de abucheos terminaron por ahogar el discurso del titular de la Sedena que, al final, ya no pudo ser escuchado. Aunque el uniformado seguía con su lectura, como si no escuchara.
Los reclamos -atajados por los aplausos de los soldados- siguieron hasta que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó el micrófono y comenzó a hablar.
En las paredes estaba escrito el motivo del evento realizado en el Campo Militar Número Uno: “Inicio de actividades de la Comisión para la Verdad y Justicia por los Hechos 1965-1990”, lo que significaba que con la ceremonia se inauguraban los trabajos de investigación sobre la represión.
El público estaba lleno de soldados uniformados -tanto del blanco característico de la Guardia Nacional como el verde olivo de la Sedena-, de funcionarios públicos de áreas de derechos humanos, atención a víctimas o a cargo de la búsqueda de personas desaparecidas y de integrantes de la Comisión de la Verdad, pero los protagonistas eran los 80 sobrevivientes o familiares de víctimas de la represión contrainsurgente de la llamada “guerra sucia”.
En la otra esquina, en el lado silencioso del público, ocupaban 31 asientos los invitados especiales del ejército, las familias para las que el titular de la Sedena anunció el homenaje. Los militares heridos en Madera, Chihuahua, en 1965 o en la Plaza de las 3 Culturas, el 2 de octubre de 1968.
En su turno, el presidente hizo labores de mediador: por un lado, exaltó el compromiso de aquellos que lucharon por cambios sociales que hoy disfrutamos, con los métodos que encontraron en aquellos regímenes antidemocráticos y autoritarios, entre ellos las armas; por el otro, volvió a su discurso del ejército noble surgido del pueblo, aplaudió su lealtad y mencionó que si cometió delitos fue en cumplimiento de órdenes presidenciales.
“No debe de olvidarse que la responsabilidad principal, incluso legal, recae en las autoridades civiles. Hoy le repetí en la mañana, hablando del caso del 68, de la represión del 68, la responsabilidad mayor o, mejor dicho, la orden de reprimir ¿la dio Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa, o Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México?
“Pero, además, -continuó- formalmente el presidente es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Entonces, actos que han manchado la trayectoria de contribución al desarrollo de México de las Fuerzas Armadas, han estado vinculados, relacionados, con órdenes recibidas por gobiernos civiles”.
Lo dijo en nado sincronizado con lo antes expuesto por el titular de Sedena quien también había mencionado que la milicia tiene una cadena de mando y exaltaba el compromiso de los militares con el pueblo.
Sin embargo, en su discurso, el general no pudo poner nombre a las atrocidades cometidas en el pasado y por las que se abrirán investigaciones; a éstas se refirió como “sucesos” o situaciones “alejadas de la legalidad”.
“A través de este simbólico evento -había dicho el titular del Ejército- las Fuerzas Armadas reafirmamos el compromiso que tenemos con el pueblo de México de contribuir a la búsqueda de la verdad sobre los hechos que marcaron un hito en un sector de la sociedad de nuestro país, destacando los siguientes: el asalto al cuartel general de Ciudad Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971 y los movimientos sociales ocurridos en el estado de Guerrero.
“Para atender las diversas situaciones que se generaron con estos movimientos sociales, el Estado mexicano en su momento adoptó políticas y medidas en algunas regiones del país que buscaron garantizar la seguridad, el orden constitucional y el restablecimiento del Estado de derecho. Sin embargo, determinadas acciones implicaron lamentablemente que un sector de la sociedad se viera afectado por sucesos que se alejaron de los principios de legalidad y humanidad, valores que nunca pueden estar separados de la vida institucional del país”, había dicho el titular de la Defensa.
Terminado el “conciliador” discurso presidencial, el cual fue seguido por el Himno Nacional que paralizó los ánimos de la parte del público -que con sus pancartas y consignas ya comenzaba a rodear el presidium-, y ante la salida expedita del primer mandatario, los familiares de las víctimas de la estrategia contrainsurgente del Estado mexicano salieron del evento con pancartas en alto, en las que exigían justicia y castigo, mientras calificaban de “provocador” al titular de la Sedena.
Mientras tanto, el general Cresencio Sandoval salió en dirección opuesta para reunirse con sus invitados especiales: eran 31 militares o familiares de militares heridos en las “situaciones” que antes había mencionado.
Uno de ellos -entrevistado para esta crónica- dijo que habían sido heridos en el ataque al cuartel de Madera, Chihuahua -que dio inicio a la guerrilla en México y de donde tomó su nombre la Liga Comunista 23 de Septiembre-, otro era un hombre con la cara deforme por un balazo que recibió en Tlatelolco, en 1968, donde el ejército masacró estudiantes, y otro era un colega suyo también herido.
Iban acompañados de familiares, o viudas y descendientes de compañeros heridos o que perdieron la vida en esos y otros “hechos del pasado”.
El jefe del Ejército se tomó fotos con sus invitados, atendió súplicas por pensiones de la viuda de un comandante recién fallecido que sobrevivió al asalto del cuartel de Madera (aquel que gritó: “a las armas, compañeros”), escuchó atento las anécdotas juveniles de un compañero de armas del difunto, y saludó al nieto de otro militar, a quien felicitó porque dijo que quería integrarse al Ejército.
Un hombre que se identificó como hijo del capitán Sergio Aguilar, “quien perdió un brazo y su vida militar” en Tlatelolco, criticó que el evento estuvo “desequilibrado”. No le gustó que, aunque ellos también habían sido invitados a la ceremonia e hicieron labores de defensa de la patria, obedeciendo órdenes, no les dieron el micrófono. “Faltó algo, que inviten (a hablar) a cuántos están de los que pasaron los del 65, lo del 68, y preguntar qué pueden aportar”, agregó el militar retirado Adán Jiménez Martínez, sobreviviente del episodio en Madera.
Otro de los asistentes llamado Guillermo Avilés, quien dijo ser familiar de personas que estuvieron “en eventos de los 60 y 70”, se dijo satisfecho con el acto: “Es un paso muy importante para la reconciliación nacional, para que se conozca la verdad. Como dijo el General Secretario hay mucha gente que sufrió muchas injusticias y mucha gente que sufrió cumpliendo con su deber, y es muy importante que se conozca todo lo que ocurrió”.
“Yo fui afectado por un balazo en Tlatelolco, en el 68, mi nombre es Cipriano Martínez Martínez, era militar, pero no lo diga, no me vayan a querer enterrar aquellos, que me quieran dar callo”, dijo, mientras señalaba a los familiares de las víctimas de la represión.
Un llamado a la “reconciliación nacional”
El polémico discurso del jefe de la Sedena acaparó las noticias y opacó la importancia del suceso mismo: La apertura a las víctimas de los operativos de contrainsurgencia del emblemático campo militar donde en los años 70 varios de los presentes -como Micaela Cabañas- habían sido torturados, o en el que dejaron de ver para siempre a sus compañeros militantes detenidos, o perdieron a sus familiares que en esa y otras bases fueron desaparecidos.
De boca del subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, escucharon la promesa de que con esa ceremonia quedaba inaugurada la búsqueda de las personas desaparecidas en esta y otras bases militares en Chihuahua, Oaxaca, Guerrero, Sinaloa, Jalisco y Nuevo León; se tendrá acceso a los llamados archivos de la represión para ubicar paraderos y reconstruir los crímenes del pasado; se mandarán a declarar a militares involucrados en la represión y contrainsurgencia.
Los anuncios hechos por ese reconocido militante de izquierda fue muy aplaudido por el lado del público donde se encontraban sentados los 80 invitados especiales de Gobernación, especialmente las víctimas de la represión provenientes de Guerrero, Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca y Ciudad de México.
En uno de esos asientos, por ejemplo, estaba la poeta zapoteca Irma Pineda, hija del maestro y líder campesino juchiteco Victor Pineda, detenido por soldados y desaparecido en 1978, para quien ha escrito poemas como este: “Limpia mis ojos, padre,que cansados están de no mirarte de lloverte flores para ninguna tumba”. Estaba también la incansable Tita Radilla, cuya persistencia hizo que la Corte Interamericana de los Derechos Humanos condenara a México por la desaparición de su padre, Rosendo, un músico de protesta detenido en Guerrero. En el presidium estaba la titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, hija de Rosario Ibarra de Piedra, la madre fundadora del “Comité Eureka” que dedicó su vida a buscar a los detenidos-desaparecidos y buscarlos en “las mazmorras” del ejército, y quien fue aliada de AMLO.
Al sector de invitados de la Sedena, ésos que fueron sacados en camionetas separadas, había dirigido parte de su discurso Alicia de los Ríos Merino, hija de la guerrillera que lleva su mismo nombre -sacada de ese campo militar, ubicado en donde se tocan la ciudad de México y el estado de México, y llevada en 1978 a la base militar de Pie de la Cuesta, en Guerrero, desde donde se efectuaban “los vuelos de la muerte” y tiraban a los disidentes políticos al mar-. A ellos les dijo: “es medular que ustedes también hablen”.
En el evento hubo varios guiños también para ese sector. Especialmente cuando el titular de la Sedena hizo un segundo anuncio: “Por instrucciones del presidente de la República y comandante supremo de las Fuerzas Armadas se analizará su inclusión en las gestiones para el mecanismo integral de reconciliación social del Estado mexicano como parte del patrimonio colectivo del pueblo de México”.
En el presidium el subsecretario Encinas, quien antes había hablado del campo de exterminio y la participación de la Sedena en esos hechos, se notaba inquieto.
La “provocación” había hecho que los asistentes sentados en el lado izquierdo, de frente al presidium, abrieran los carteles que llevaban escondidos, en los que se leía: “¿Si no están aquí dónde están?”, “Juicio y Castigo” o “Si no entra la justicia de nada sirve entrar”.
El discurso de los militares consternó a varios de los asistentes que habían agradecido la invitación para pisar ese lugar de negra memoria, cargado de dolor y de horror. Ese sitio donde, como había dicho Alicia De los Ríos: “fueron interrogados, torturados y mutilados nuestros padres y madres, nuestros hermanos y hermanas, los hijos e hijas de cientos de mujeres que no dejaron de buscarlos. Aquí fueron desaparecidas y desaparecidos”.
En cuanto acabó el Himno Nacional, un grupo de familiares y sobrevivientes de la contrainsurgencia se acercó al corralón donde fue sentada la prensa para manifestar su enojo.
Tania Ramírez, maestra de derechos humanos y paz y miembro de la organización HIJOS, por ser hija de Rafael Ramírez Duarte -el hombre joven del que llevaba una fotografía-, desaparecido en 1977, visto por última vez “en las canchas clandestinas debajo del campo de fútbol” en ese mismo campo militar, consternada repetía que no quería estar ahí dentro. Criticó que se trate igual a las víctimas de “terrorismo de Estado” (porque no fue un combate justo, se les torturó, se les desapareció o se les asesinó) y a los militares.
“¡La reconciliación no pasa por unas familias y otras y a invitarnos a tomar café y a construir una historia nuevamente, pasa por la justicia y pasa por las garantías de no repetición!”, dijo indignada.
Otros familiares a su alrededor, gritaban exaltados: “¡No importa si obedecían órdenes ni si había cadena de mando, ¡no puede haber un solo militar impune!”.
Ante la prensa fueron desfilando víctimas que se decían sorprendidas, enojadas y desilusionadas por la mención de Sandoval, entre ellos un hombre que busca a su hermana, estudiante desaparecida en Guerrero por protestar en la escuela, una mujer que dejó de ver a su marido en el campo militar y que sobrevivió ella misma a las torturas, un hombre al que los militares dejaron sin padre, y al que sigue buscando.
“¡Juicio y castigo, no solo la verdad; que entre la justicia, al campo militar!”, coreaban todos.
-¿Cree en esta Comisión de la Verdad?- se le preguntó a Elda Nevárez.
-Confiamos nada más en el presidente, en que este ejército sí siga sus órdenes… los que estuvimos secuestrados en este campo militar sabemos que actúan sin entraña ni conciencia y eso no se cambia de un día para otro.
Las menciones de López Obrador y del titular de la Sedena a la “reconciliación” lograron que por la imaginación de varios corriera el fantasma de aquel discurso que el presidente pronunció en Ciudad Juárez al inicio de su gobierno, del “perdón sí, olvido no”, que indignó a las víctimas de esa ciudad, y que ellas respondieron con un “ni perdón ni olvido”.
En este evento, el presidente -ante su amado Ejército al que premia llenándolo de nuevas tareas, y ante las víctimas de luchadores sociales de izquierda que hicieron los cambios sociales del pasado que tanto le gusta exaltar- dijo: “(Este) es un acto de reconciliación nacional que necesitamos. No se le puede dar vuelta a la hoja así nada más, tenemos que conocer la verdad y tenemos que conocer toda la verdad y que haya justicia para que no se repitan actos oprobiosos, para que no vuelva a haber represión, autoritarismo en nuestro país. Qué bueno que se constituye esta comisión y que participemos todos”.
Agradeció al Ejército “su lealtad, su verdadera lealtad, su auténtica lealtad” y le dio una instrucción: “que no ocultemos nada, absolutamente, cero impunidad. Y que podamos entre todos aclarar esta situación y que podamos -yo espero que no en mucho tiempo- tener ya un relato completo con recomendaciones, con acciones que se deban de tomar para que, de esta manera, honremos la memoria de los que perdieron la vida, de los que se nos adelantaron y que lucharon por un ideal o lucharon en cumplimiento de un deber”.
Un claro anuncio de que tanto militantes de izquierda asesinados o militares muertos en labores serán honrados.
“Que nunca nos vuelvan a cerrar esas puertas”
En las intervenciones de apertura de la ceremonia citada a las 10 de la mañana, el subsecretario Encinas, cercano a los sobrevivientes del pasado, habló sobre ese significado del evento en el campo militar:
*En este lugar, hace 46 años, se instaló “una de las agrupaciones represivas más temidas en el país, la Brigada Blanca, integrada por elementos de la Dirección Federal de Seguridad de la Secretaría de Gobernación, de la Dirección Federal de Seguridad y la Policía Judicial Federal, la Policía Judicial y la Dirección General de Policía y Tránsito del Departamento del Distrito Federal y la Policía Militar”.
*Desde este lugar, hace 51 años, se implementó el Plan Telaraña para combatir y desarticular las guerrillas encabezados por los profesores Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos.
*Desde esa zona de Lomas de Sotelo se emitió un telegrama a la comandancia de la 35 Zona Militar de Chilpancingo, Guerrero, ordenando, cito: ‘Ratifíquese orden y sentido de incrementar actividades a fin de localizar, hostigar, capturar o exterminar a las gavillas que operan en esa región debiendo utilizar el máximo de las medidas de seguridad’’.
*En este lugar, de acuerdo con los documentos oficiales y testimonios, estuvieron detenidos y desaparecidos Amanda Arciniega, Ezequiel Barrientos, Ismael Bracho, Micaela Cabañas, Álvaro Cartagena, Cirilo Cota, Alicia de los Ríos, Hilda Flores, Ramón Galaviz, Leticia Galarza, Manuel Hernández, José Luis Moreno, Elda Narváez, Rafael Ramírez, entre otros muchos opositores y disidentes del sistema.
En su turno, después de mostrar un puño en alto, Micaela Cabañas, hija del fundador del Partido de los Pobres y de la Brigada de Ajusticiamiento, el profesor y luego guerrillero Lucio Cabañas, habló de las torturas que ella y su familia sufrieron en esas instalaciones.
“En noviembre de 1974, en alguna casa del poblado de Tixtla, Guerrero, fuimos aprehendidos mi abuela, mis tíos, mis primos. Todos éramos niños. Fuimos aprehendidos y fuimos llevados a este recinto, donde en este momento se hace vergonzoso decirlo, pero en aquél tiempo era algo muy normal. Yo apenas cumplía dos meses de edad. El campo militar en ese entonces era considerado el centro clandestino de reclusión más grande de esa época.
“Y quiero decirles que ahí empezó nuestro calvario, cuando llegamos aquí: Mi madre fue torturada, fue violada y fue ultrajada, pero me defendía, porque dice que en las noches llegaban los militares y me tomaban de un pie y ponían una pistola en la cabeza y me decían: ‘Dinos dónde está Lucio.’”
Continuó su relato: “Quiero decirles también que yo llegué aquí con dos meses, y en algún lugar de este edificio yo aprendí a caminar, aprendí a correr y a decir mis primeras palabras. En este lugar y con el cobijo de mi madre y de toda la familia Cabañas que aquí nos encontrábamos en la clandestinidad, porque así lo dijeron el gobierno de ese entonces, sufrimos tortura, tortura física, moral y sicológica, y muchas otras violaciones, incluida la sexual”.
Con agradecimientos a López Obrador terminó su discurso.
El siguiente turno fue para la chihuahuense Alicia de los Ríos, quien desde que nació quedó a cargo de su abuela materna y ha dedicado su vida a buscar, como historiadora del pasado, como abogada, como investigadora, como hija. Ella habló de la importancia de ese día: “Después de tantos años de exigirlo, este día se abre el gran cuartel. Hoy venimos a decirle al país, sin duda de por medio, lo que pasó en estas instalaciones de la nación”.
Sus palabras permitieron dar un recorrido por la arquitectura del exterminio de disidentes polìticos:
*La cárcel militar, “de la cual ya nos narró mi hermana Micaela”.
*Las instalaciones del Segundo Batallón de la Policía Militar.
*Cercanas a la Puerta 8, las oficinas del general Quiroz Hermosillo -el temido militar que coordinó la DFS.
*Los sótanos situados entre las caballerizas, la cancha de basquetbol y la biblioteca.
*Las mazmorras en las que dividían a hombres y mujeres, que posiblemente sean las mismas celdas conocidas como ‘el Metro’.
*El hospital militar en el que convalecieron los heridos por la Dirección Federal de Seguridad y la Brigada Especial.
*Las guarniciones y los cuarteles estatales, donde se repitió esa misma trama.
Después de mencionar que lo que se sabe es gracias a los testimonios de los sobrevivientes que, a pesar de los riesgos, se atrevieron a hablar, y dirigiéndose a los militares, y al sector de invitados del general Cresencio Sandoval, dijo: “buscamos investigación, verdad y justicia. Conózcanos, reconózcanos, porque tendremos que coadyuvar juntos en la reconstrucción de lo sucedido en esta SU casa”.
Y lanzó una petición-tarea al secretario para que convoque a los elementos retirados para colaborar en el trabajo de la Comisión de la Verdad y el Apoyo a la Justicia, y rindan sus testimonios.
“El plan de trabajo que se asuma debe construirse y ejecutarse con la participación de las personas sobrevivientes y de los diferentes actores para el esclarecimiento histórico, la justicia, la memoria, la reparación integral y el compromiso a la no repetición.
“Debe ser exhaustivo, sin limitantes para el quehacer pericial en edificios, instalaciones y en archivo. Necesitaremos apertura para contar con planos y archivos que reconstruyan lo sucedido en estas inmensas instalaciones. Como dijo el subsecretario Encinas: ‘que estas puertas que al fin se abren no se nos vuelvan a cerrar’. A partir de las investigaciones deberán descubrirse e investigarse las cadenas de mando que participaron en los crímenes de lesa humanidad”, dijo la historiadora.
Micaela Cabañas hija de Lucio Cabañas, quien dijo las víctimas de la represión se están yendo y la justicia no llega. Foto: Ariadna Colíndrez/Obturador MX
Un llamado a la FGR: Que despierte
-¿Y la fiscalía, Andrés Manuel?
El grito interrumpió el discurso del presidente.
En varios discursos de los oradores, así como en las pancartas de los asistentes, el reclamo casi unánime era la inacción de la FGR.
Encinas lanzó la primera piedra: “El camino hacia la reconciliación se construye con verdad y justicia. Para ello requerimos que la Fiscalía General de la República acompañe este esfuerzo y reactive las 245 carpetas de investigación sobre la guerra sucia que hoy duermen el sueño de los justos, asumiendo que la principal reparación a las víctimas es que haya justicia en el país”.
En el relevo, Cabañas pidió: “Queremos accesar a la justicia, queremos que nuestros familiares regresen. Yo quiero justicia por el asesinato de mi padre y de mi madre, yo quiero acceder a esa justicia”.
Cuando tomó la estafeta, De los Ríos acusó también a la fiscalía dirigida por Alejandro Gertz Manero: “Desafortunadamente, señor presidente López Obrador, observamos la ausencia de una institución vital para el proceso emprendido: no está la Fiscalía General de la República, por lo que lo solicitamos su gestión para sumar al personal ministerial necesario a estos esfuerzos colectivos, porque en este país no habrá verdad sin justicia y sin justicia tampoco podrá haber paz”.
Ante el grito surgido desde el público por la ausencia de la institución a cargo de la procuración de justicia, el presidente dijo: “Va a haber también la participación de la fiscalía. Aunque es un órgano autónomo, respetuosamente le vamos a pedir que participe, que trabaje en este grupo, en este equipo. Por eso lo primero es lo que ustedes, las víctimas y familiares de víctimas, estén haciendo, porque va a depender mucho de ustedes”.
Urgió a la gente a seguir trabajando en la Comisión de la Verdad porque, dijo, falta poco para que acabe el sexenio.
Lo que sigue, según se anunció en el acto, es cumplir con el programa de trabajo acordado para “acceder a la verdad, impulsar el acceso a la justicia, reparar las graves violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1965 y 1990 y garantizar el derecho a la memoria” que consta de: revisar los archivos de la Sedena y las instalaciones militares donde presuntamente se cometieron violaciones graves a los derechos humanos; consultar repositorios, archivos y documentos para el esclarecimiento de la verdad; y realizar entrevistas y recibir testimonios de personal castrense que cuente con información para el esclarecimiento histórico.
El tiempo corre.
*Marcela Turati es periodista mexicana especializada en temas de derechos humanos, que desde el año 2000 cubre las desapariciones de personas, cofundadora de Quinto Elemento Lab y coordinadora del proyecto “A dónde van los desaparecidos”.
*Foto de portada: Familiares de personas víctimas de desaparición forzada durante la etapa denominada “Guerra Sucia” protestan durante el Inicio de actividades de la Comisión para el Acceso a la Verdad. Foto: Ariadna Colíndrez/Obturador MX