Son las 7:45 de la mañana. Desde el estacionamiento de la Universidad Iberoamericana Torreón calculo que son más de cien las personas que se han dado cita para correr cinco kilómetros. En su mayoría visten playeras que llevan un rótulo en la espalda: “¿Dónde están? Corriendo por la memoria, la verdad y la justicia”. El deporte es fuerte en La Laguna, pero está despolitizado. Seis días atrás se conmemoró el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas y el evento de hoy culmina las conmemoraciones. La cifra oficial de personas víctimas de desaparición asciende a 90 mil en México, tres veces más que el saldo contabilizado por las organizaciones de Derechos Humanos en el contexto del Terrorismo de Estado en Argentina.
Cerca del arco de arranque veo a un grupo de mujeres que llevan otra clase de playeras porque traen impresa la imagen de un familiar desaparecido. Me acerco a preguntar de dónde vienen. “Somos un colectivo que venimos de Poza Rica, de Córdoba y Jalapa. Conseguimos el apoyo de la Comisión Estatal de Búsqueda del Estado de Veracruz, también de la Comisión de Coahuila y de FUNDAR para poder estar aquí”, me dice una de ellas. Nuestras voces se confunden con la del animador, quien nos llama a ocupar posiciones. Son las 7:56. “Una de las del grupo tiene 80 años y caminará los cinco kilómetros”, me dice con dificultad. Le pregunto cómo se llama. “Soy Elba Luz Hernández, mi hijo Brayan de Jesús Hernández Gutiérrez de 20 años de edad, está desaparecido desde abril del 2016”. Después averiguaré que Elba había acompañado a su hijo a una supuesta entrevista de trabajo, pero él nunca salió de la reunión informativa indicada en el volante publicitario.
Son las 7:59. Desde el arco de salida repaso mentalmente los eventos deportivos a los que he asistido en los últimos tres años. Ninguno ha sido de esta naturaleza. 5, 4, 3, 2, 1… Empiezo a correr con ritmo. Un kilómetro adelante, hacia las 8:07, me asombra un señor mayor con mucha técnica en su zancada. Me aproximo. Le pregunto qué edad tiene. “68 años y llevo 28 maratones. Luis Cortinas, mucho gusto”. Durante la ceremonia de premiación me sentaré a su lado y platicaremos amistosamente sobre deporte y trabajo. Me dirá que es pensionado del ISSSTE, que lleva 33 años corriendo y lo ha traído la causa.
8:17. Debo ir a mitad de camino. He rebasado a algunas mujeres del equipo Tortugas del Desierto. Llevan puesto el uniforme. Al pasar la meta me acercaré a una de ellas: me explicará que forma parte de un grupo de triatletas. “Somos familias. Hay niños, jóvenes y adultos. Venimos por la causa. Eso nos interesa más que competir”.
Conservo mi cadencia. Son las 8:24. Adelante de mí corre Lucy López Castruita, madre de Irma Claribel, desaparecida desde el 13 de agosto del 2008. Se le ve el esfuerzo y, al mismo tiempo, cierta ligereza.
A las 8 y 28 minutos cruzo la meta. Recojo mi kit de recuperación afuera del domo de la Universidad. A mi izquierda veo a Elba Luz: sobre una barda trata de colgar una lona con imágenes de los familiares que su colectivo aún busca. Me acerco y le ayudo mientras me dice que el primer lugar varonil se lo ha llevado uno de los suyos. “Decimos siempre que su ausencia nos moviliza”, me explica. Le pregunto con asombro si son atletas. “Él y una compañera sí. Bueno, no son atletas. Él empezó a correr como terapia, ya que veía a su esposa, la madre de José David, en depresión. Como él dice: ‘Había cosas que yo no podía hacer o que quería hacer, pero no podía o no sabía cómo’. Entonces empezó a sacar su estrés corriendo y esa salida que él buscó fue muy representativo para ella porque hoy ayuda en su dolor y en su lucha. Por eso le digo a usted que lo que nos trajo aquí es el amor por nuestros seres queridos”.
Miro el reloj. 8:50. Entro al domo. Las gradas se van saturando de familias, colectivos y deportistas. Pregunto a un organizador cuántos han venido y me dice que 200. Por primera vez en mucho tiempo en La Laguna una competencia ostenta un posicionamiento político. Visibilizar la desaparición forzada y la búsqueda que miles de mujeres encabezan a diario vigoriza el sentido del deporte.
Ocupo un espacio entre Luis Cortinas y algunos miembros del colectivo Voz que Clama Justicia por las Personas Desaparecidas. Escucho que felicitan a uno de ellos, Jonathan Jaír Ortiz Aranda. Me apresuro a preguntar por qué. “Fue tercer lugar general”. Le digo que comparto su satisfacción y advierto en lo representativo del resultado.
Gradas abajo se han sentado los compañeros de Veracruz. Me dispongo a felicitarlos. El ganador absoluto me dice que se llama Rogelio García Aguilar. “Mi esposa es parte del colectivo Por Amor a Nuestros Desaparecidos y en todo lo que pueda la apoyo. David desapareció en el 2016. Lo seguimos buscando. Vengo por ellos con todo el sentimiento, por todas las familias que han perdido, desgraciadamente, a sus familiares. Es él”: con el índice señala la imagen de su familiar que lleva en la playera. “Ha sido una bonita experiencia. Mi motivación es y siempre será eso. Correr por ellos es un honor. Te pones a pensar, te pones a ver del otro lado y a nadie le gustaría eso”.
Regreso a mi lugar. El domo está lleno. Son las 9:10. La ceremonia comienza. El anfitrión le da voz a las representates de cada colectivo: Ixchel Mireles por parte de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUNDEC), Silvia Ortiz de Sánchez Viesca de Víctimas por Nuestros Desaparecidos en Acción (Grupo VIDA), Lucy López Castruita de Voz que Clama Justicia por las Personas Desaparecidas y Elba Luz Hernández de Unidas por Amor a Nuestros Desaparecidos. Me pregunto si los nombres de estos colectivos son tan largos porque el lenguaje no alcanza para expresar lo que una lucha así es en lo cotidiano.
“Gracias a quienes participaron porque es bonito ver que se adhieren a nuestra causa. Pensar que ellos también hubieran corrido y que nos hacen falta,” dice Ixchel al micrófono. Todos hemos guardado silencio. Es el turno de Silvia Ortiz, madre de Fanny Sánchez Viesca, desaparecida desde el 2004. “Da un gusto ver a gente tan bonita aquí entendiendo este problema tan grande. Los necesitamos a todos y todas ustedes, que hagan visible este problema. ¡Hasta encontrarlos! Muchas gracias”. La madre de Claribel, Lucy López toma el micrófono. “Yo sentía que quería caerme y me dije ‘no puedo, no puedo, no debo porque Clari todavía no regresa a casa. Por eso quise terminar. Gracias por su solidaridad y el entusiasmo que le ponen a este tema. ¡Que por qué los buscamos!, ¡porque los amamos! ¡Que por qué los buscamos!, ¡porque los amamos! ¿Y qué queremos? ¡Justicia!”, su voz hace eco en nosotros, que gritamos con ella también. La voz de Elba Luz cierra el alborozo: “Venimos desde Orizaba, Córdoba y Poza Rica. Estamos aquí para demostrar que la unión es la que logrará que podamos encontrarlos. Gracias a eventos como estos es que los encontraremos. ¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”
Después, al micrófono, el rector de la Universidad, Juan Luis Hernández Avendaño, hace mención de la impunidad que impera en el país, de las intimidaciones que reciben las madres y familiares que buscan a sus seres queridos en el marco de un Estado fallido. “Nuestros programas universitarios están hechos para que no seamos ciegos ni mudos ante lo que pasa en La Laguna, en Coahuila y México. Estamos llamados a transformar la realidad. La situación de los desaparecidos es también nuestra causa. Durante los próximos años la Ibero seguirá invirtiendo conocimiento, compromiso jurídico, acompañamiento legal a los colectivos de desaparecidos y desaparecidas”.
Escucho al rector y, como atleta, pienso en el problema de la privatización del bienestar físico y el amplio mercado en materia deportiva. El deporte “sin política” es, más bien, una decisión política que obedece a intereses de privados. El cuerpo se desvincula de los afectos y los afectos de la memoria colectiva. El deporte despolitizado brinda la falsa idea de democratizar el espacio público: disocia momentáneamente las maravillas de la fuerza física del color de la piel, la clase social, el género, la memoria personal y colectiva; diluye la naturaleza de una realidad atravesada por violentas relaciones de poder. Es verdad que el ejercicio aligera el alma pero jamás borra la memoria.
A las 9:45 suben al podio las atletas ganadoras: María José Balderas, Kenya de León y María Ángel Montes. Las posiciones de la rama varonil son simbólicas: Rogelio Gerardo García Aguilar del colectivo Unidas por Amor a Nuestros Desaparecidos, Ángel Martínez Ramírez y, de Voz que Clama Justicia por las Personas Desaparecidas, Jonatan Yaír Ortiz Aranda.
Más tarde, en casa, me percato que hace tiempo no bajaba de 5’50’’ mi ritmo al correr. Me sentí fresca esta mañana. No, mejor dicho: conmovida, asombrada, perturbada. El júbilo que siento es contradictorio.
Lucila Navarrete Turrent
Investigadora, docente y periodista cultural originaria de Torreón, Coahuila. Cursó su Maestría y Doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Desde el 2016 colabora periódicamente para revistas y medios regionales y nacionales como Casa del Tiempo, Acequias, Milenio Laguna, Vanguardia, La Plaza Pública y Red es Poder. Ha sido acreedora en dos ocasiones (2019 y 2021) del Premio de Periodismo Cultural que otorga la Universidad Autónoma de Coahuila. Recientemente publicó su libro Regresar del silencio (Celosía / Escritores del Noreste / UAdeC, 2020).