—De aquí ya sacamos dos cuerpos pero hay más, por eso vamos a darle otra peinada —dice Silvia en la parte trasera de una camioneta, con el viento volándole el cabello, mientras íbamos camino a Patrocino por segunda vez.
La semana anterior habíamos encontrado, además de trozos pequeños de huesos, dos tórax casi completos enterrados. Uno de ellos con esposas. A esos dos cuerpos se refería Silvia.
Patrocinio es un ejido de 2,236 hectáreas —poco más de veintidós kilómetros cuadrados. El sitio ahora parece un cementerio clandestino. Con los primeros hoyos cavados aparecieron los primeros hallazgos.
—Saúl debe estar en la playa, ¿no está en la playa? —dice Rocío, miembro de Grupo Vida, su hermano desaparecido desde hace cuatro años—. Vamos a imaginar que estamos con él en la playa, ahorita nos enterramos, con esto hacemos castillos —dice, de rodillas, sacando con sus manos montones de tierra.
Saúl es un elemento de la procuraduría con quien todos se llevan muy bien. Esa mañana no había venido porque estaba de vacaciones y Rocío se daba oportunidad de bromear.
Nos repartimos en grupos para abarcar más. Me uní con dos chicas de Matamoros que recién se habían integrado al grupo —una de ellas busca a su hermano y la otra era su amiga— y con Julio, cincuenta y tantos, quien busca a su hija que, un día de 2012, unos hombres la “levantaron” junto con su novio a la entrada de la ciudad de Francisco I. Madero, aquí, en Coahuila.
Empezaron a cavar en un sitio que les parecía que ahí pudiera haber algo. Algunos más se acercaban a colaborar de vez en vez o sólo a mirar. Pronto el diámetro del área fue creciendo. La tierra se empezó a tornar negra con olor a diésel. A cada palada que entraba había que agacharnos después para examinar con cuidado la tierra: trocitos de hueso se perdían por ahí, calcinados.
—Ojalá saliera un diente, no creo que haya estado chimuelo —dice Julio, la pala en mano, sudoroso.
Los dientes suelen ser una fuente de donde hay un sesenta por ciento de probabilidad de obtener ADN.
Agudizar la vista, tener paciencia para remover con cuidado la tierra. Pensar en paciencia en medio del desierto coahuilense es raro —y tengo que imaginar que en cualquier desierto lo es.
La paciencia no tiene como escenario un desierto
la idea desesperante de que todo se ve igual
y la desubicación y la sequedad y
los mezquites y los
escenarios repetidos
no cuadran con la imagen de un hombre guardando paciencia
me digo.
Pero parece que ha valido la pena: los dientes empezaron a surgir. No todos los esperados, si acaso dos, tres. Y a seguir cavando. La sensación de que a cada palada se puede estar más cerca de huesos humanos.
Arrancarle a la tierra lo que guarda dentro
lo que le arrojaron dentro.
***
Se acerca Fernando Vela —quien es el encargado de la agencia del Ministerio Público de la Subprocuraduría para la Investigación y Búsqueda de Personas no Localizadas en Torreón— junto con tres o cuatro hombres de la procuraduría. Cargan con alguna pala, la criba: vienen de cavar y dicen haber encontrado una vértebra que ahora sacan de la bolsa de papel color café que utilizan para guardar los restos. Parece estar en buen estado, dicen —en este lugar decir buen estado significa que no está calcinada.
Es el 21 de noviembre de 2015: otra jornada más de búsqueda en los terrenos del ejido Patrocinio. Vela dice que es necesario que venga la Policía Científica.
Lo que sigue ya lo sabíamos casi de memoria: más hoyos cavados, más restos calcinados, más huesos a la intemperie, más banderitas amarillas clavas a la tierra para indicar que ahí se encontró algo, y otro viejo chivero contando otra historia parecida. El viejo, sin bajarse de su caballo, nos cuenta que aquí todavía hay gente de ésa y que en su momento nadie los molestó, que ellos hicieron su jale y que eran del mismo gobierno.
—Unos que se las debían y otros que no se las debían, todos se fueron juntos.
A unos metros, en ausencia del viejo, el chiverío era guiado por un par de perros mientras los demás del grupo se preparaban para buscar un lugar donde comer.
Y el humor, siempre presente:
—¿Qué es? ¿Cráneo? —le pregunto a don Richy que viene con una pala y sobre ella un trozo de hueso.
—Como dijo el gringo, maybe.
Antes de partir, Fernando Vela me ve tomando notas en una libretita y me pregunta que si voy a escribir un libro. Le respondo que quizás, que a lo mejor. Entonces me dice que él también está escribiendo algo, y después que a él le parece que hay gente trabajando en las corporaciones de seguridad que no ha nacido para estar ahí.
***
La Policía Científica de Saltillo y unas integrantes del grupo se encuentran en el lugar donde siete meses atrás habíamos cavado —es un sábado 28 de noviembre de 2015, mismo sitio: Patrocinio.
Los hoyos permanecen abiertos, cúmulos de tierra alrededor. Uno de los elementos está explicándoles por qué será tan difícil identificar quienes fueron alguna vez en vida los restos quemados que aquí se han hallado. Rocío tiene dudas y pregunta.
—Yo me encuentro un resto, esté en buenas condiciones o no, ¿qué debemos hacer?
—Tienen que ser varios fragmentos… —responde un agente de la Policía Científica.
—¿Pero si no son de la misma persona?
—No importa, de todos modos nos van a dar parciales. Entonces ya podemos decir sabes qué, pues hay que buscar más. Nos da pie a que sigamos, a que montemos otra búsqueda.
—Entre más grande mejor —dice otro de los policías de la científica y continúa diciendo algunas cosas más mientras su otro compañero retoma lo que estaba diciendo:
—Sí, por ejemplo si yo me llevo, no sé, si yo me llevo este huesito, en realidad no me va a servir —y toma en una mano un pequeño trozo de un montoncito de huesos quemados que acaban de desenterrar —; en primera, porque ya está muy calcinado, en realidad es pura ceniza, es puro carbón, aquí ya no hay ADN, ya no hay nada, es puro carbón, me va a dar como si fuera un control negativo, como si nomás agregara agua yo, no voy a encontrar absolutamente nada; y en segunda, la muestra es muy pequeña, no es representativa.
—Te la vas a acabar y… —agrega el otro policía sin poder terminar.
—Ajá, y no va a salir nada.
***
“Los huesos no olvidan”, dijo Clyde Snow, el iniciador del Equipo Argentino de Antropología Forense, al New York Times en 2002. “Contienen un testimonio silencioso, pero a la vez muy elocuente”.
Elocuencia es palabra clave aquí donde ese testimonio aún no es escuchado. Donde cada fragmento de hueso que es encontrado bajo tierra fue un intento por borrar una identidad junto con la historia que acarrea — la elocuencia que había alrededor de ella.
La RAE, en su segunda acepción, la define como la «eficacia para persuadir o conmover que tienen las palabras, los gestos o ademanes y cualquier otra acción o cosa capaz de dar a entender algo con viveza».
Dar a entender algo con viveza. Todos estos fragmentos de huesos han de pronunciar algún día una historia elocuente. Las búsquedas, parte es eso. Parte hallar huesos, devolverles la identidad, preguntar a los lugareños qué pasó ahí, recrear en la mente imágenes de lo que pudo haber pasado, cómo pasaba, por qué pasaba —el por qué, que muchas veces se torna incontestable—, y tratar de que esa mente no se descarrile.
Es una lucha interna también por la elocuencia.
***
Pasaron diez meses desde la última vez que estuve con el Grupo Vida en el ejido Patrocinio. En ese gran paréntesis de días, se sucedieron otras tantas jornadas de búsqueda, algunas nuevamente ahí, otras en otros sitios igualmente de terregosos, los mezquites y sus espinas, y el asombro de encontrar:
23 de enero 2016. Ejido Texcoco, Matamoros, Coahuila. Más restos calcinados y enterrados.
6 de abril 2016. Colonia Camilo Torres, Torreón, Coah. A las faldas de la Sierra de las Noas, restos semienterrados.
18 de junio 2016. Un paraje en carretera a San Pedro, Coah., entre los ejidos La Rosita y San Francisco. Se hallaron restos dentro de una bodega abandonada.
Durante este mes y parte de julio, el grupo regresó en varias ocasiones. Al final, el motín fue de colmillos, muelas, partes de cadera y cráneo y casquillos percutidos. Se cree que pertenecen a cuatro o cinco personas.
3 de julio 2016. Ejido Jiménez, Gómez Palacio, Durango. Domingo. Silvia Ortiz recibe una llamada anónima avisando de este lugar. Solicita apoyo de las autoridades de Gómez Palacio. Van, buscan, hallan. Un cráneo que podría ser de un niño de tres o cuatro años, tres huesos de fémur, quizás de adultos.
16 de julio 2016. Localidad El Venado, Francisco I. Madero, Coahuila. Restos calcinados en la superficie y restos biológicos —es decir, aún con carne.
Cuando volví con el Grupo Vida a una nueva búsqueda —repito: diez meses después—, el tema de los hallazgos en el ejido Patrocinio ya estaba sonando fuerte en los medios, no sólo nacionales, sino había alcanzado las páginas y portales de medios internacionales.
Todo había comenzado a principios de octubre de 2016 con un reportaje realizado por Eje Central, cuyo director general es Raymundo Riva Palacio, donde se decía que el ejido era la fosa clandestina más grande que se había encontrado en el país hasta ahora —y hoy, en 2021, es difícil seguir sosteniendo tal afirmación.
Por eso ese 15 de octubre de 2016 el Grupo Vida era seguido por una docena de reporteros de diversos medios, incluyendo un corresponsal canadiense de The Guardian. Llegamos cinco minutos antes de las diez de la mañana a Patrocinio. Teníamos que apurarnos porque a la una de la tarde el grupo debía partir hacia Saltillo a una reunión con Rubén Moreira, gobernador.
Vamos a buscar usando el método en franjas, nos explicaron los elementos de peritos y policía científica. Acordonaron un área con cinta amarilla en donde buscaríamos, y nos siguieron explicando: formaríamos cuatro equipos de búsqueda, cavaríamos un hoyo, cribaríamos la tierra y, si creíamos que ahí no había restos humanos, avanzaríamos uno metros a cavar otro hoyo. Así a todo lo largo.
Al final, poco más de trescientos fragmentos óseos se rescataron ese sábado —que se sumaron a los más de 4,500 restos que se han encontrado en Patrocinio.
Seguimos buscando la elocuencia —entender con viveza lo que sucedió aquí.
Bun Alonso Saldaña
(Gómez Palacio, Durango. 1989). Reportero freelance. Premio Estatal de Periodismo Coahuila 2015 en género Crónica. Autor del libro "Le nacimos como un lunar al mundo" (Buenos Aires Poetry, 2022).