El tiroteo en el Colegio Cervantes de Torreón cumple dos años. El 10 de enero de 2020 por la mañana un menor de 11 años de edad de nombre José Ángel abrió fuego contra cinco compañeros y un maestro de educación física, posteriormente le disparó a una profesora de inglés, que murió, y él se suicidó.
Lo sucedido conmocionó a La Laguna e hizo recobrar la capacidad de asombro por los acontecimientos violentos que tuvieron una pausa desde 2015, cuando Torreón salió del ranking de las ciudades más violentas en el mundo.
El pastor de la Iglesia de San Pablo, Juan Carlos Rubio Salazar, estuvo presente en el plantel educativo después del tiroteo para brindar acompañamiento a una de las víctimas y narra parte de su experiencia.
“Ese día yo tenía a mi hija internada en el Sanatorio Español e iba en camino para reemplazar a mi esposa que se había quedado con ella una noche antes. A medio camino me llama una congregante de la iglesia para decirme que había pasado un accidente con la mamá de uno de nuestros jóvenes”.
Recuerda que originalmente iba a ver al hijo de la maestra en su centro de trabajo para brindarle apoyo, pero al final acudió hasta el colegio.
“Cuando llegué ahí no supe qué decirle, me senté con él y lo único que recuerdo es que pasé su brazo sobre su hombro y lo abracé. Estaba muy impactado porque días antes la maestra había asistido a los servicios de fin de año aquí en la iglesia”.
Tras estar con el joven por un par de horas, fue al hospital donde estaba su hija internada y ahí también encontró un revuelo derivado de que a ese hospital fueron trasladados los seis lesionados en el tiroteo.
“Mi preocupación en ese momento era que mi hija no se enterara de lo que estaba pasando. Cuando estaba en el hospital me encontré con una familia que esperaba noticias de su hijo que había recibido un rosón y me puse a orar con ellos. Afortunadamente el niño evolucionó muy bien”, comparte.
Esa tarde comenzó a asimilar lo que sucedió poco a poco y al día siguiente le llamaron para pedirle que oficiara el memorial en honor a la maestra María Assaf Medina durante la mañana del domingo 12 de enero.
“Todo fue tan inesperado y sorpresivo que por la experiencia que he tenido en este tipo de casos es como si se activara otro tú que toma las riendas de lo que hay que hacer. Puedo decir que fue un servicio muy sentido, triste, pero a la vez muy lleno de paz para toda su familia”.
A dos años de lo ocurrido en el Colegio Cervantes de Torreón, el pastor coincide en que está vigente una crisis de valores al interior de las familias y que poco han hecho las autoridades para remediarlo.
“He escuchado mucho esto de que ‘vamos a rehacer el tejido social’ y suena como cliché. Vemos que consiste en que de repente te ponen áreas verdes, canchas y lo que se busca es contener en el momento, pero desde el punto de vista espiritual tiene que ir al interior de las familias y con una educación de valores éticos, morales y respeto a la vida”.
Señala que, aunque pareciera que la pandemia por el coronavirus ha borrado estas situaciones, no es así pues la violencia sigue silenciosa y en algunos casos hasta con la complicidad de los medios de comunicación que dejaron de difundirla.
“El hecho nos dejó muy conmovidos y la reflexión parte desde lo personal y toca a cada quien hacer lo suyo”, agrega. Afirma que hay mucho por hacer por las personas que fueron víctimas de la época de mayor violencia en la región. “Tenemos un campo enorme para poder acompañar a estas personas”.
Recuerda que otro de los momentos más sentidos en su experiencia como líder religioso fue hace cinco años, cuando recibieron por primera vez en una ceremonia religiosa a las familias que integran el colectivo Víctimas por Nuestros Desaparecidos en Acción (VIDA).
“Nunca se me va olvidar el rostro de esas personas y nunca va ser lo mismo verlos en televisión que cuando los tienes cara a cara. Rostros secos, duros y creo que han llorado tanto que se han secado literalmente”.
Sin embargo, la realidad es que en el grueso de la población pocas personas se solidarizan con la causa de estas familias.
Además de eso, a dos años del tiroteo en el Colegio Cervantes no existe un memorial impulsado por el propio centro educativo, la autoridad o la sociedad para hacer conciencia de un hecho lamentable que no debe quedar en el olvido.