Comala, un viaje a las heridas abiertas

La cinta nos recuerda la necesidad de no enterrar la memoria, sino afrontarla, reconocerla y sanar las heridas para no cometer los mismos errores.

Comala (2021) de Gian Cassini es un viaje a las raíces de la familia del director, particularmente de su padre Jimmy Cassini, un padre ausente que terminó como asesino a sueldo.

Este trabajo toma el nombre de Comala con una clara intención: hacer referencia al pueblo al que viaja Juan Preciado en busca de su padre, Pedro Páramo, en el célebre libro de Juan Rulfo. Porque la historia de Gian como la que cuenta Rulfo, es un viaje en busca del padre, pero también de la exploración de la naturaleza humana. Uno en un contexto de pobreza, otro en un contexto violento.

Gian emprende un viaje a distintas ciudades para conocer, platicar e interrogar a familiares: el tío, la abuela, la media hermana, el abuelo. Allí va tejiendo el perfil de su padre: una persona inteligente (lo dice la abuela) que tomó otro camino; mujeriego, golpeador, vendedor de droga, sicario.

El viaje de Gian es una introspección a la identidad que abre las heridas y al mismo tiempo busca sanarlas. Enfrenta sus orígenes y reconoce la tragedia del pasado.

Gian se encuentra con la historia de su padre, que al igual que él, tuvo un padre ausente. Después se encuentra con su abuelo, el padre de Gian, un revolucionario cubano amante de las armas, que, también, tuvo padres ausentes. Abuelo mujeriego, padre mujeriego. La historia se repite.

Al final, el diálogo entre Gian y su madre es una reflexión de la necesidad de cortar el círculo vicioso. “No sé de qué forma hubiera sido diferente”, se pregunta Gian. “¿Qué es lo que no te hizo ser como tu papá?”, pregunta la madre. “Tú”, es la respuesta del director.

En un contexto convulso, donde la violencia y los asesinatos son el pan de cada día, Comala nos recuerda la necesidad de no enterrar la memoria, sino afrontarla, reconocerla y sanar las heridas para no cometer los mismos errores.