Nos han dicho que se acabó. Que la violencia en Coahuila terminó. Que el gobierno emprendió una estrategia para disminuir la violencia. Que atrás quedaron las balaceras a todas horas, los ataques a bares y fiestas; los toques de queda autoimpuestos, los muertos en avenidas y aceras, en cajuelas de autos y envueltos en cobijas, los pecho tierra y las sustos a todas horas.
Nos han dicho —desde la esfera de gobierno— que incansablemente los grupos criminales intentan ingresar al estado. Que las estadísticas de delitos de alto impacto están en niveles bajos. Que no hay extorsiones ni secuestros y que los homicidios ya no tienen que ver con el narco.
Nos han dicho —desde las esferas oficiales— que la violencia se fue. Que ya no hay nada.
Pero nadie nos dice si se curaron las heridas. Nadie —desde la esfera oficial— habla de las heridas abiertas. De esos niños huérfanos de la violencia, de esos sueños rotos de gente que sigue sin poder dormir porque sueña con balaceras, de los desplazados de las colonias del poniente y otras zonas del estado como los Cinco Manantiales, de las personas desaparecidas y sus familias que a 10 años siguen buscando; de aquellas familias que siguen sin reponerse de un homicidio violento, sin superar la retórica de “la víctima colateral” o de aquellos muchachos que crecieron con sed de venganza porque les mataron o desaparecieron a un hermano, o inclusive que crecieron en un entorno violento que los embriagó de furia.
Nadie habla —desde la esfera de gobierno— de los sobrevivientes de la violencia y los traumas que cargan.
¿Cuántas heridas abiertas hay en Torreón, en La Laguna, en Coahuila?
Hoy, Luis Alberto López lanza Heridas Abiertas, un portal que pretende convertirse en una plataforma que rescate la memoria colectiva desde la perspectiva periodística. Tuvo a bien llamarlo Heridas Abiertas. Porque ¿quién dice que un corazón acuchillado se sana por decreto de un gobernador?
El psicólogo y sociólogo francés, Maurice Halbwachs, decía que el soporte fundamental de toda identidad colectiva es su memoria, en cuanto reproduce y reconstruye dicha identidad.
La memoria histórica es una lucha, una lucha contra los gobernantes que nos piden “darle vuelta a la página” y olvidar “los malos tiempos”, y olvidarse precisamente que hay heridas abiertas que nunca atendieron, que nunca les interesó sanar.
El periodismo de Heridas Abiertas deberá convertirse en ese articulador social que busque respuestas a través de la colocación de temas, fenómenos y secuelas que nadie ha querido atender y explicar. El periodismo, después de todo, debe asumir una responsabilidad frente a los procesos sociales. Al asumir la responsabilidad, el periodismo cumple con muchas funciones sociales como el educar, el crear participación, democracia y por supuesto, memoria.
Al apuntalar el ejercicio de la memoria histórica, se fomenta la reflexión, el análisis de hechos históricos. Fomenta el discernimiento, la cohesión, la creación de comunidad.
¿Cuántas heridas abiertas hay en la sociedad lagunera, coahuilense? Seguro cada lector y lectora encontrará una herida y descubrirá que hay muchas sin sanar. Desde Heridas Abiertas encontrará ese espacio para hacer memoria, explicar y entender los temas que nos hirieron.
Francisco Rodríguez
Reportero. Cuenta e investiga historias sobre derechos humanos, víctimas de las violencia y corrupción.