Chihuahua.- “El desplazamiento forzado de periodistas es la base de una pirámide, en donde la punta de arriba es el asesinato de periodistas”, refiere Carlos Beristain, psicólogo y médico vasco experto en procesos de acompañamiento psicosocial de víctimas de la violencia.
El 6 de abril de 2017 subí al avión que me llevaría a la Ciudad de México. Mi asiento era en ventanilla. Despegamos. La ciudad que me vio nacer y que me dio cobijo se hacía pequeña y se quedó. Venían a mi mente imágenes de mi familia y de manera paralela, la de las personas indígenas de la Sierra Tarahumara con quienes he convivido de manera constante por más de 15 años. Me dolía no regresar a su tierra.
– Me convertí en desplazada, ¿verdad?- le comenté a un acompañante que se encargó de llevarme a la Ciudad de México, donde me recibieron mis compañeros de la Red Periodistas de a Pie.
Desde el día que asesinaron a Miroslava Breach Velducea -el 23 de marzo de 2017-, amigos, organizaciones civiles de defensores de periodistas y hasta autoridades, me pidieron irme de Chihuahua y del país. Carlos Beristain estaba de paso por Chihuahua y él me convenció de salir luego de analizar mi situación y las coberturas sobre desplazamiento forzado en el estado que había hecho los últimos meses.
Además de la cercanía en las coberturas con Miroslava, con quien compartía información en diferentes trabajos, me explicó que el desplazamiento forzado es un signo de guerra, es el problema más difícil de reconocer por un gobierno porque es reconocer ante la comunidad internacional que hay una guerra en el país.
En mayo de 2020 regresé a Chihuahua de manera intermitente. Decidí hacerlo sin avisar a las autoridades porque hacerlos era mayor el riesgo. Y es que oficialmente no fui reconocida como víctima, ni se me dio un trato como testigo protegida, como lo dieron a conocer en el gobierno de Javier Corral. El gobierno estatal se hizo cargo de mi seguridad los primeros días que estuve en Chihuahua y de mi traslado a Ciudad de México, donde esperaría para que el Comité Internacional de Protección a Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), lograra mi salida del país junto con mi hija, quien tenía 16 años.
Me negaba a dejar mi tierra después de más de diez días de vivir escoltada. Los primeros días pasaron en cámara lenta, como si estuviera anestesiada.
Con el paso del tiempo y con apoyo profesional, como otras periodistas, aprendí a hacer análisis de riesgo, de contexto y pensar en protocolos, así como en un periodismo más estratégico.
Exilio obligado
El país que me recibió fue Perú, donde estuve primero seis meses y posteriormente un año con dos meses. Allá vivía el duelo por el asesinato de Miroslava Breach y también los duelos de las pérdidas que implica un exilio.
Salí de la Ciudad de México con mi hija, el 2 de mayo de 2017. Llegamos a una ciudad ajena, sin haber elegido cambiar de residencia. Todo parece feo. Me resistí por varios meses a aceptarla como nuevo hogar. Pensaba que era una situación temporal, de tres meses, y visualizarlo así me mantenía relativamente tranquila. Me aferré a continuar escribiendo, a reportear mi ciudad, mi estado, a mi gente, a la distancia. Las fuentes, principalmente las de la Tarahumara, fueron solidarias y extendieron su mano para estar presentes… de distinta manera, pero estar.
Con el paso de los días asimilé la realidad. Acepté con profundo dolor que Miroslava había sido asesinada y que tengo que aprender a vivir con ese recuerdo como si lo hubieran cosido en cada parte de mi cuerpo. Llegaron otros afectos, otra tierra se extendió y me arropó con mi hija.
La nueva tierra se convirtió en nuestro refugio, en tranquilidad y en fortaleza para reconstruirnos, para reaprender a vivir y ver surgir conmigo, fuerte, a mi hija. La anestesia pasó y dolió y duele más la herida. Con la recuperación, crece la esperanza y la fuerza.
Las noticias del asesinato de otros periodistas mexicanos – a Miroslava le siguió Javier Valdez en Sinaloa-, del asesinato de un escolta de otro compañero, de allanamientos de medios de comunicación, de amenazas, desapariciones, intensifica el coraje e impotencia. Cada palabra en las notas que leía, parecía alejarme de la posibilidad de regresar pronto.
El regreso se prolonga
El 15 de mayo de 2017 asesinaron a Javier Valdez en Sinaloa. Unos cuatro días después, CPJ me anunció que me habían elegido para recibir el Premio Internacional a la Libertad de Prensa, que otorga ese organismo cada año a los periodistas que a pesar de un contexto de riesgo continúan haciendo periodismo.
Ese momento lo viví con culpa, es un premio con sabor agridulce. Con el tiempo asimilé que era un momento para hacer visible al periodismo mexicano, al que se ejerce en provincia, en los estados y que es poco auto valorado.
En noviembre, el día de la premiación, conocí a la familia de Javier Valdez. Fue como si los conociera desde hace años, especialmente a Griselda Tirana, su esposa. Pero no imaginé el impacto que tendrían en mí.
Yo estaba decidida a regresar en unas semanas a Chihuahua y con precaución, veríamos los signos de riesgo para decidir el momento en el que tendría que volver a salir. Se lo conté a Grisela Triana frente a sus hijos.
Sus palabras se quedaron incrustadas en mi mente y después entendí que también en mi cuerpo: “No te hagas la valiente, no regreses. Eso hizo Javier”. Sus miradas profundas me hicieron sentir el cariño que se ha acrecentado los últimos meses. Esas miradas eran igual a la de la hija de Miroslava que me pidió en el funeral que me fuera, que me cuidara, que no permitiera que me hicieran lo mismo.
Vinieron noches de pesadillas y con terapias enfrenté y reconocí que si hay miedo. Había miedo a regresar, pero aun así, estaba decidida. Tomaría precauciones. Sin embargo, al finalizar diciembre de 2017, aprehendieron al único detenido por el caso de Miroslava Breach. En las audiencias y declaraciones de funcionarios evidenciaron que no hay condiciones para regresar.
Las familias de las periodistas
En la situación de desplazamiento las familias cobran más fuerza para nosotros como periodistas, porque viven las consecuencias junto con nosotros y sin haber elegido esta profesión u oficio. Muchas y muchos colegas han sido asesinados, sus esposas, sus hijos, deberían ser nuestra conciencia para hacer a nuestros seres queridos parte de nuestras decisiones en la labor periodística.
En octubre del mismo año, 2017, asesinaron con un coche bomba en el país de Malta, a la periodista Daphne Caruana. La noticia la leí en Lima y fue impactante leer a su hijo Matthew quien trató de salvarla.
“Mi madre fue asesinada porque se mantuvo entre el Estado de Derecho y los que trataron de violarlo, como muchos periodistas fuertes (…) Esto es lo que ocurre cuando las instituciones del estado están incapacitadas: la última persona que queda de pie es a menudo, periodista. Lo que la convierte en la primera persona muerta”.
“Nunca voy a olvidar, corriendo alrededor del infierno en el campo, tratando la manera de abrir la puerta, el cuerno del coche todavía a todo volumen, gritando a dos policías que encontraron un solo extintor para que lo usen. Me miraban fijamente. ‘Lo siento, no hay nada que podamos hacer’, uno de ellos lo dijo. Miré hacia abajo y allí estaban las partes del cuerpo de mi madre alrededor. Me di cuenta que tenía razón, era inútil. ‘¿Quién está en el auto?’, me preguntaron. ‘Mi madre está muerta. Ella está muerta debido a su incompetencia’, sí, a su incompetencia y negligencia que resultó en su fracaso para evitar que esto suceda”.
“(…) Joseph Muscat, Keith Schembri, Chris Cardona, Konrad Mizzi, el fiscal general y la larga lista de comisarios de policía que no tomaron acción: ustedes son cómplices. Ustedes son los responsables de esto”.
Son fragmentos de un post poderoso que publicó el periodista Matthew un día después de que le arrebataron a su madre.
Pensé que ella, una periodista a la que admiré desde que conocí que existía, se habría ido medianamente tranquila por el hijo que formó. Mi hija había pasado por crisis emocionales, pero se mantuvo fuerte y para esa fecha, ya había emergido con más fuerza. Pensé que ese es el camino: formar hijas e hijos fuertes, empáticos y conscientes de su realidad.
Trabajar desde el gremio
Conocí a Matthew Caruana en marzo de 2018, cinco meses después de la tragedia. Nos encontramos en Nueva York, en una beca de Carey Institute. Conocerlo fue como palpar la historia de una gran mujer y periodista, pero también la oportunidad de convencerme y convencer a mi gremio que estamos haciendo algo bueno por el periodismo. Necesitamos creer para luchar, para que los asesinatos de nuestros compañeros y amigos no queden impunes.
En la Ciudad de México me impactó conocer a otras y otros periodistas que viven el desplazamiento forzado en distintas partes del país. Es esperanzador conocer su fuerza y la determinación por continuar en el periodismo. Me identifiqué en gran parte con ellos.
El amor al periodismo, la fidelidad y gratitud a las fuentes, la indignación por ver sufrir a nuestra propia patria nos hermana; nos identifica. Pero también nos identifica la culpa por haber arrastrado a nuestras familias al dolor, a la incertidumbre.
Conocer las historias de cada uno de ellos dimensiona el nivel del problema y de preocupación de los poderes oficiales y no oficiales por la información que se revele, el temor de que se dé a conocer la verdad. Varios de ellos fueron secuestrados, “castigados” con tablazos por grupos delictivos por escribir investigaciones que afectan intereses de poderosos, amenazados o viven con alguna bala en su cuerpo. Son sobrevivientes.
La fuerza del exilio
Vivir el desplazamiento forzado me obligó a escuchar a través de mi cuerpo porque durante años, muchos de nosotros los periodistas, no lo escuchamos. La cobertura de víctimas, de corrupción, del horror, nos aleja de nosotros mismos. El desplazamiento me colocó frente a mí misma, para significarse mi propio refugio cuando surge la angustia, la tristeza, la incertidumbre, la desesperación, para tener paz y fuerza.
Ahora no hay prisa; se trata sólo de avanzar, desafiar las pesadillas propias y de quienes vieron su vida trastocada con mi situación. Se trata de derrotar la ansiedad y abrazar el desborde de emociones agradables y desagradables, que se colocan enfrente como una gran montaña de nieve.
Con pesadillas y en momentos con angustia que no entendía, mi cuerpo gritaba el miedo que por años ignoré, como cientos de colegas en los estados, donde nos acostumbramos al horror. Normalizamos que importan los otros, nosotros no.
Con apoyo profesional aprendí a reconocer el miedo; sé ahora cómo se siente, cómo huele y cómo cala. También aprendí a verlo de frente, a entenderlo, a abrazarlo y avanzar, a usarlo como un sensor para retirarme cuando el fuego amenaza con quemar.
Ahora es más fácil entender la culpa, escuchar e identificar el coraje, la ira, la impotencia, la angustia, para avanzar con más fuerza.
Reconstrucción del hogar
Mi ausencia física de Chihuahua fue otro reto. La gente, mis amigos, mi familia, siguieron su vida sin mi presencia y cambió la situación, están y estuvieron de manera distinta. Es un proceso que duele profundamente entender, pero da otra perspectiva y te enfoca.
Da la fuerza necesaria para continuar haciendo periodismo porque seguimos vivos, aunque pareciera que para las autoridades no. Pasaron los días, pasaron tres años y ninguna autoridad me informó sobre la situación del estado o las condiciones de riesgo para mi o para mi familia. Entendí que no dependería de ellas la decisión de retornar o permanecer en el extranjero. Su responsabilidad terminó el día que me subieron al avión para “tranquilizarlos”.
En el desplazamiento forzado y en el exilio, se aprende a construir otros espacios y otras amistades para recurrir de manera segura, para continuar con fortaleza.
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El impacto emocional no inicia con el desplazamiento. El gremio vive una serie de violencias en cada estado, en cada rincón del interior de México, donde no se ha dejado de documentar el horror y las historias de esta época violenta que hemos decidido cubrir con las herramientas que hemos tenido a la mano.
Hemos nutrido a otros medios del país y del extranjero de la información de nuestros estados, hemos compartido fuentes y contextos para que trascienda la realidad, la verdad.
El periodismo, en la mayoría de los medios locales, vive diferentes tipos de violencia; desde la censura parcial o total por la publicidad oficial, hasta los grupos delictivos que se regodean con la impunidad que les regalan las autoridades. La frustración ha sido la constante durante mucho tiempo. Es necesario creer en nosotras y nosotros mismos, sin necesidad de que hechos extraordinarios cambien nuestra vida.
El retorno
En mayo de 2020, la pandemia permitió acelerar mi retorno a Chihuahua de manera intermitente.
Luego de aceptar una beca otorgada por la organización La Taula per Méxic y el Ayuntamiento de Barcelona por seis meses, decidí regresar a México y aunque los planes eran permanecer en otra entidad, la pandemia me permitió retornar a Chihuahua, aunque con constantes salidas a otros estados.
Decidí no dar aviso a las autoridades de mi retorno, principalmente porque desconfío de los procesos de seguridad. He estado cerca de compañeros periodistas en desplazamiento que han vivido situaciones difíciles con los diferentes caminos de protección, principalmente el federal, que les ha querido obligar a retornar sin condiciones para que esto ocurra.
Para Carlos Beristain el retorno es un nuevo desplazamiento y para la organización Aluna Acompañamiento Psicosocial significa que regresas a un “No lugar”. Y es que el lugar que antes ocupabas en tu tierra, en tu entorno, ya no existe porque cambiaron las circunstancias y la persona que retorna también cambia, aunque se espera de ella lo mismo que antes fue. Enfrentar esa realidad, es difícil. Es difícil volver a tomar la propia voz en el entorno al que se regresa y en medio de la incertidumbre de seguridad, aunque se cuente con más herramientas.
“El retorno es un nuevo desplazamiento, no es volver a la situación previa, a lo que se estaba. Y depende de cuáles son las condiciones de seguridad obviamente para volver, porque a veces la gente vuelve a su territorio y la problemática sigue existiendo, en la que la pelea de los grupos armados se sigue dando, en las que las amenazas se siguen dando.
“Tiene que haber condiciones para que ese retorno sea digno y en condiciones de seguridad para las víctimas (…) El retorno es un nuevo desplazamiento, hay que prepararlo, hay que protegerlo, hay que poner las condiciones para que eso se dé en términos de cómo se reintegra esa población a un lugar donde vivía y donde probablemente parte de los problemas que lo expulsaron se siga manteniendo”, explica Carlos Beristain.
Desplazamiento, crisis de legitimidad
El desplazamiento forzado de comunidades, de familias y/o de personas en lo individual, evidencia una crisis de legitimidad porque se trata de territorios, espacios o circunstancias, de las que el Estado no tiene control, advierte Carlos Beristain.
En el caso de periodistas en desplazamiento, dice el experto en acompañamiento psicosocial y derechos humanos, que por ejemplo cuando Javier Valdez fue asesinado en Sinaloa hubo detrás más desplazamientos de su familia, de otros periodistas y unos más han tenido que callar o han tenido que invisibilizarse para poder permanecer en el lugar.
“No se puede separar como si una cosa no tuviera nada que ver con el asesinato. Claro que tiene que ver el asesinato, es lo que lleva el desplazamiento de otros, a la limitación del derecho a la verdad, al crecimiento de la autocensura, ya no se puede escribir o investigar sobre esas cosas o ya no puedo estar aquí siquiera porque no quiero dejar de escribir, pero me pueden matar”, detalla.
El experto considera que aunque las personas periodistas han recurrido a programas de protección y continúen o traten de continuar su trabajo en otras condiciones, es necesario que las empresas y las autoridades les den garantías para hacerlo aunque sea en otros lugares.
“Necesitan respuestas más complejas que sólo poner una escolta o decir: ‘va a tener un teléfono para emergencia’, porque las circunstancias de desplazamiento son más complejas”.
“Hay que pensar en lo que pierde el país cuando se silencia a los periodistas porque se les mata, se les desaparece o se les expulsa. Provocan que no puedan seguir con su trabajo y esa es una violación al derecho a la información también para la población, o se va a eliminar ese método del periodismo más crítico”, añadió Beristain.
Situación de Chihuahua
De 2000 a 2020 han asesinado a 23 periodistas en el estado de Chihuahua. A partir de 2006, cuando el expresidente Felipe Calderón Hinojosa declaró la que llamó “guerra contra el narcotráfico”, se registran 20.
Y de acuerdo con la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), de la que depende el Sistema de Seguridad para la Protección de Periodistas en el estado, por lo menos hay doce casos de periodistas desplazados en la entidad.
El expresidente de la CEDH, José Luis Armendáriz González, recuerda que se registró el caso de una mujer identificada como Malú, aunque es más conocida como activista que por actividad periodística.
El Acuerdo para la Implementación del Sistema Integral para la Protección de Periodistas se publicó en el Periódico Oficial del Estado en septiembre de 2010 y cuenta con un comité de riesgo conformado por un representante de cada poder del Estado, así como por diez representantes de agrupaciones de periodistas. Sin embargo, no ha sido socializado de manera efectiva y la mayoría del gremio periodístico desconoce su funcionamiento.
José Luis Armendáriz detalló que cuando se creó dicho sistema fue por presión del gremio, ya que ocurrieron varios asesinatos consecutivos, así como agresiones a periodistas por agentes municipales y estatales y amenazas a medios de comunicación.
“En abril de 2008 se comenzó a deteriorar más la seguridad en el gremio periodístico. Los líderes sacaron cita con el gobernador para plantear la problemática y exigir un protocolo de seguridad para periodistas y saber cómo proceder en el caso de amenazas”, indicó el ex ombudsman. Fue hasta septiembre de 2010 cuando se concretó, justo en la transición del gobierno de José Reyes Baeza Terrazas al de César Duarte Jáquez.
De 2010 a 2019, la CEDH recibió 35 casos de periodistas que se acercaron a pedir apoyo por amenazas. En total, dice José Luis Armendáriz, apoyaron a 12 periodistas para el cambio de radicación temporal, les pagaron hotel por un promedio de 15 días y los boletos de avión; a algunos se les proporcionaron teléfonos o les colocaron cámaras de seguridad en sus viviendas o realizaban constantes rondines.
De los 12 periodistas desplazados o desplazadas, cuatro contaron con apoyo de cambio de residencia por seis meses, hasta que lograron establecerse en otro lugar.
“Hubo periodistas a quienes se les proporcionó teléfonos; dos reporteros de El Peso (un vespertino de corte policiaco) se les apoyó para cambiar de ciudad temporalmente por amenazas después de la publicación de unas fotografías. Y a una periodista mujer se le cambió a la ciudad de México, no sólo hubo denuncia, también investigación. Malú fue una de las beneficiarias para el cambio de residencia a la Ciudad de México”, detalló José Luis Armendáriz.
La evaluación de riesgo estuvo a cargo de peritos de la Fiscalía General del Estado. En 2019 crearon la Fiscalía Especializada en la Atención de Delitos de Derechos Humanos, que a su vez cuenta con una unidad de atención a delitos contra periodistas y personas defensoras de derechos humanos.
Debido a que la pandemia surgió en 2020, no ha sido socializada con el gremio, sólo se ha dado a conocer a las autoridades municipales, según declaró el titular de la Unidad, Eduardo Ramos Arenas, en entrevista en la que afirmó que no hay casos documentados.
El actual presidente de la CEDH, Néstor Manuel Arméndariz Loya, dio a conocer que sólo tienen una queja de un periodista durante el período que le ha correspondido estar al frente, es decir de 2019 a la fecha. Ese caso no tiene que ver con seguridad sino con el retiro de la publicidad oficial que tenía un medio de comunicación local y que se la retiraron.
Primer caso de desplazamiento
Alejandro Gutiérrez, corresponsal de la Revista Proceso en España, tuvo que salir del estado de Chihuahua en el año 2000, después de dar cobertura a temas de narcopolítica en el gobierno de Patricio Martínez García (1998-2004).
Gutiérrez llegó a Chihuahua en 1984, trabajó en medios como Novedades y Diario de Chihuahua en la etapa de fundación de este medio en 1985. Comenzó con fuentes como educación hasta que poco a poco se enfocó en temas políticos.
“Se ve que ‘aprietan’ a El Diario y decidimos salirnos cinco: Carlos Mario Alvarado, Francisco Ortiz, Juvencio Estrada, Gabriel Valencia y Alejandro Gutiérrez. Sin tener qué hacer, nos integramos a un periódico independiente desmantelado llamado La Calle, que tenía Jaime García Chávez. Lo rehicimos los cinco que habíamos salido de El Diario. Nada más pudimos hacer tres números porque hubo llamadas de Gobernación a quienes hacían la impresión y ya no se animaron. Me tuve que ir (a trabajar a Los Ángeles un tiempo) y se quedaron tres de los colegas en otro periódico independiente llamado El Ahora”, recuerda el corresponsal de Proceso.
Al grupo de periodistas de aquella época les tocó cubrir el Verano caliente de las elecciones de Chihuahua en 1986, cuando asumió la gubernatura Fernando Baeza Meléndez. Dejaron El Diario y no les daban oportunidad en otros medios convencionales, por lo que decidieron impulsar La Calle en 1988, justo en las elecciones presidenciales en las que contendieron Carlos Salinas de Gortari, Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier.
“Hicimos tres números de La Calle. Me acuerdo que el primero, el titular era una foto con el lema de la campaña de Salinas: Que hable Coyame, que hable Chihuahua, que hablen de México, que estaba en una barda. Y el titular de La Calle era Lo que Baeza mandó cambiar. Coyame es un municipio del estado de Chihuahua.
“Y era porque el gobernador Baeza había mandado parar una nota en Novedades, que era una denuncia del alcalde de Coyame, de un diputado del PRI, que les estaba bajando dinero para la campaña. Nosotros vendíamos el periódico en la calle, en los mítines. Luego hicimos un sobre las casas de seguridad del PRI”, recordó el periodista.
Una vez que regresó de Los Ángeles, Alejandro Gutiérrez se integró de nuevo a El Diario y de manera simultánea era el corresponsal de la Revista Proceso, donde cubrió el gobierno de Francisco Barrio y posteriormente el de Patricio Martínez.
“Empezó a ver mucho tema de crimen organizado, era el tema más recurrente, como pasa en Chihuahua. Aunque luego dices que no quieres escribir una sola línea sobre el tema, todas las fuentes te llevan a eso”, refiere Alejandro Gutiérrez.
Los desencuentros
El periodista recuerda que en El Diario incluían todas las versiones en las coberturas. “Pero yo en Proceso publiqué, digamos no exactamente igual, pero sí algo relativamente parecido a lo que publicaron en aquel momento (Miroslava Breach en la Jornada y Proceso en 2017), o sea sobre los candidatos que habían palomeado y que estaban manchados. Un colega me dijo que Patricio le quitó la revista antes de subirse a una avioneta y se dirigió a otro sitio del estado, que cuando bajó estaba enojado. Me dijo: ‘¿pues qué publicaste?’. Le dije que una lista de candidatos coludidos, ni siquiera completa. Pero desde ahí Patricio ya estuvo muy hostil conmigo”.
A partir de ese momento, se tensó la relación de Alejandro Gutiérrez con el gobernador. Cuando éste ganó, tuvo que entrevistarlo porque cubría la fuente de gobierno en El Diario. Patricio Martínez García aceptó de buena manera la entrevista: “Me dijo: ‘ganamos’. Le respondí: ‘no, ganó usted’”.
Sin embargo, al momento de realizar la entrevista en la casa del exgobernador, se portó muy hostil y le reclamó: “qué poca madre tienes…”. El periodista le dijo que se tenían que entender por la relación fuente-reportero que había y que se trataba sólo de trabajo.
Quien fue procurador de Patricio Martínez, Jesús José “Chito” Solís, le advirtió en varias ocasiones a Alejandro Gutiérrez que se “portara bien”.
Gutiérrez investigó la relación de políticos con actividades ilícitas, como una pista de carreras de caballos en las que participaba un subordinado de Elías Ramírez Ruiz, quien fue comandante comandante de la Policía Judicial federal en el estado de Chihuahua en la década de los 80. “Chito” Solís era un hombre cercano a Elías Ramírez y en esa época, el exprocurador era una especie de juez en las carreras.
“Chito” Solís renunció a su cargo como procurador estatal en marzo de 2004, a unos meses de que concluyera la gubernatura de Martínez García, por señalamientos públicos en su contra relativos a que tenía nexos con el crimen organizado.
“Ahí iban los hijos de Amado Carrillo, participaba Julio Porras (un narcotraficante local de aquella época), y toda esa banda. Juntaron a todos ahí por el aeropuerto y les indicaron las reglas del juego y todo empieza a cambiar, comienza a haber nuevos nombres con la llegada de la administración de Patricio”.
La salida del estado
Debido a que el hostigamiento era constante y que él sentía que ya había agotado un poco Chihuahua, aunque quería seguir, Proceso le pidió a Gutiérrez salir del estado por un tiempo y se fue a Ciudad de México en noviembre o diciembre de 2000.
Habían pasado unos días cuando atentan contra el exgobernador Patricio Martínez, en enero de 2001 y Alejandro Gutiérrez regresa a dar cobertura y retorna a la Ciudad de México, sólo acudía a Chihuahua de manera eventual para temas muy puntuales en temas de corrupción.
“Empecé a hacer cosas del crimen organizado junto con el maestro Ravelo. En algún momento me quedo sólo yo, me piden hacerme cargo. Hacia finales del gobierno de Vicente Fox se empiezan a calentar mucho las cosas, más de lo que se piensa. Ya estaba operando Genero García Luna, evidentemente ya estaba fugado El Chapo Guzmán; Tamaulipas estaba hecho un caos. Ya estaba yo movido en esos temas”.
En 2007 publica la editorial Planeta un libro de Alejandro Gutiérrez con casos documentados, entre estos Chihuahua con Patricio Martínez. También incluyó Tamaulipas, Jalisco y otro estado. Hablaba del comportamiento del crimen organizado, el descontrol en penales y cómo iniciaba el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa.
“Era sobre el comportamiento del crimen organizado a través de la transición del PRI al PAN y cómo había aterrizado en los estados porque los gobernadores tenían un nuevo papel. Eran los gobiernos de los estados, aparte de la federación, que tenían nuevos jugadores. Incluye un informe militar en los datos que documentó, sobre los grupos en Michoacán.
Gutiérrez acudió a cubrir un hecho violento en Michoacán y al regresar, un hombre cercano a García Luna, le informa a la dirección de Proceso que había una orden de matar al periodista por parte de la familia Michoacana aliada con los Zetas.
Publican el libro “Narcotráfico, el gran desafío de Calderón”. No hubo presentación de la publicación porque tuvieron que sacar a Alejandro Gutiérrez del país.
Fuera de México
Antes de salir, tuvo escoltas. Se resistía a salir de México, se escapó un día para indagar más sobre las amenazas y se las confirmó otra fuente, quien le dijo que venían por el lado de Genaro García Luna.
Fue difícil avisar a su hija y a su mamá que tendría que irse. De manera paulatina, una vez que se fue, les explicó el riesgo que corría. “Cuando ya estaba en España, le dije (a mi hija) ‘no me estoy alejando de ti, siempre voy a estar en tu vida, voy a estar cerca, pero estas son las circunstancias’. Traté de calmarla porque ya no había bronca, pero sí le dije que me tenía que quedar acá. Le tranquilizó mucho que yo fuera muy directo y ha servido para unirnos más. Ahora está conmigo”.
Con su mamá, también le fueron explicando poco a poco la situación de Alejandro, para que estuviera tranquila. “Esa ha sido la situación en el caso de las mujeres que han estado en mi vida, mi familia, mis hermanas, mi hija, la chava con la que estaba saliendo la pasó súper mal y fue muy solidaria. Y en España, los cuates de allá me han ayudado mucho”.
“El primer año fue duro. El primer día que llegué, salí del metro y vi a España feo. Dije: ¿a dónde me vine a meter? Vi la ciudad gris, era mi estado de ánimo. No era lo que yo esperaba. Pero después de dormir un poco y un baño, empezaron a cambiar las cosas. Ha sido un país amable. El primer año fue el más difícil, creo que nos pasa a todos quienes nos tenemos que ir”.
Posteriormente le dieron la corresponsalía en España y ya ha vivido más de 20 años en Madrid.
Este caso, como otros de periodistas de El Diario de Juárez y de El Diario de Nuevo Casas Grandes, han quedado fuera de las estadísticas o casos registrados como riesgos por ejercer el periodismo.
Alejandro Gutiérrez fue amigo de Miroslava Breach y considera que un desplazamiento o un exilio, es muy doloroso y difícil porque cambia completamente la vida. Pero en el caso de las mujeres periodistas, la situación se agrava más porque son cuidadoras no sólo de hijas e hijos, sino también de sus padres y madres.
“Casi desde que me tocó estar en la etapa de Chihuahua, he estado con mujeres muy buenas periodistas, muy profesionales que son muy buenas amigas con quien compartir información, análisis (…) y las compas que se ven forzadas a desplazarse, es más complejo porque en muchos casos son madres o son experiencias rudas por los cambios de vida, por el rollo filial que hay en las familias con las mujeres periodistas que tienen un papel muy central en la relación con hermanas, padres, hijas e hijos”, acotó Alejandro Gutiérrez.
Enseñanzas de Gustavo Gorriti
En Perú aprendí de seguridad de uno de los periodistas más reconocidos de aquel país: Gustavo Gorriti, quien ha implementado medidas de entrenamiento y protocolos en su equipo de redacción.
“Nosotros le damos mucha importancia a la seguridad. Nosotros nos entrenamos para hacer frente a las situaciones de peligro. Nosotros buscamos preverla antes de que se presente y estar listos para responder de forma adecuada. Sabemos que es tan importante como llevar a cabo una investigación, que es saber defenderla y por supuesto, a los periodistas que la hicieron, que la llevan a cabo”, detalló en entrevista el periodista peruano.
Luego de explicar que pudiera parecer extremo, trabaja bajo una filosofía de cómo hacer las investigaciones y cómo enfrentarse a grupos corruptos.
“Es lo que nos compete hacer como periodistas, es nuestro destino; no marchamos a nuestro destino como un mártir marcha su calvario, sino como un guerrero marcha a la batalla. Sabemos los riesgos, pero no vamos a sufrir pasivamente, vamos a pelear y vamos a tratar de triunfar. Creo que eso es lo que caracteriza el tipo de acción que nosotros tenemos. Por supuesto que sabemos los peligros (…)
“El periodista muerto no investigará; el periodista que está mutilado, herido, destruido psíquicamente, no podrá llevar a cabo su trabajo. Es muy importante entender que en América Latina el periodismo de investigación significa entrar a una batalla, entrar a una batalla constante en la que tenemos muchas desventajas prácticas, pero las debemos aplicar. Muchas de las ventajas que tenemos es tener mejor conocimiento, inteligencia, preparación, etcétera, para no solamente hacer las investigaciones sino sobrevivirlas y que contribuyan para hacerlas cada vez mejor”, detalló Gorriti.
Gustavo Gorriti fue secuestrado y también estuvo exiliado por un par de años de su país, por las coberturas en el gobierno de Alberto Fujimori. Hoy es el director del medio digital de investigación, IDL-Reporteros, reconocido internacionalmente por los trabajos periodísticos que realizan.
“Dirán que utilizo demasiado la metáfora de guerra, pero les pregunto a mis queridos colegas, ¿hay una manera mejor? Yo creo que no. Hay que entrenarse, hay que prepararse y hay que llevar a cabo con lo que señalo en perspectiva”.
Con herramientas aprendidas con el equipo de IDL-Reporteros y con Aluna Acompañamiento Psicosocial, quien me dio apoyo los tres años de exilio y en mi retorno, aprendí que no sólo hay que entrenar física y periodísticamente, también hay que reconocer y entrenar las emociones, validarlas y politizarlas en contextos de violencia.
* Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua. y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C financiado por la Unión Europea en el proyecto Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia