I
(elipsis sol/luna)
Un desierto desaparece sus sombras
en el silencio abreva ese dolor último
el secuestro y el sinsentido
de pura alquimia hecha cuerpos
asesinos
Cómo fósiles los huesos cierran la era
de los corazones latiendo en crystal y cocaína
un hueso tras otro en constelaciones
en pequeñas brechas
dentro de un laberinto hecho de gobernadoras
La esperanza palpita entre las rocas
igual a aquella creencia celta
que el alma de un ser querido
aguarda en un fruto de la naturaleza
y luego
en la ruta del instinto
seguir los pasos uno detrás de otro los peregrinos
en busca de su sangre
Buscar en el desierto y también dentro
la muerte urdida de costumbre
el primer latido de la mañana
el silencio árido de la ausencia:
esa bestia inasible de amor sin latitudes
sin destino
El caluroso invierno de las caminatas
las estaciones detenidas
atrancadas en un instante:
les robaron el futuro
arrebatados del flujo del mundo
perdidos entre dimensiones aguardan
no sé qué
pero aguardan
Vocifera el ácido de nuevo
a media la luna octubre tienda su velo blanco
bisutería humana
pensamientos sin lenguaje maduran en actos
sin propósito en las noches de la guerra
las torpes manos moldean la muerte
Quebrados decibeles se ahogan a la distancia
de Torreón
a ciegas muere entre los delincuentes
en la pequeña luz descarnada del desierto
La frente baja de quien busca
el suelo es un cielo figurado
para los inocentes
para los descarnados
almas en vilo atrapadas en ese amor último
sin latitudes
sin destino
Huesos sin dueño
noches sin duelo
días sin amanecer sin luz
la habitación de un ausente
que no se ha ido
que no está
que no ha vuelto
Un hogar hecho un abismo
El anegado azul del cielo viste al desierto
y el horizonte salpicado de arbustos
ir y venir
seguir una senda pasada
un trazo borrado por el viento
una trampa en lo escrito
para cada uno
para cada individuo
La bastedad de instinto en la búsqueda
encontrar en la carne lo propio
disperso por el mundo pequeño de Coahuila
Una y otra vez la lava
adiestrada por dictadores clandestinos
es el castigo inmerecido por el destino
y el infortunio
de una ciudad invadida por la rabia
El alba viste de rayos de sol
los huesitos esparcidos
por el origami lunar
de la ceremonia macabra
una noche más y por años
Sólo luz y oscuridad
II
(el desierto errante)
La cruz de nadie en un fardo de arena
el polvo es un refugio lejos del olvido
sobre nazas pequeñas de metal rescoldos
trasminan su última identidad
lo que fueron cuerpos
El naufragio de los nombres
en el anonimato de la matanza
en las palmas de quien busca
las líneas de las manos reescriben
el final de la espera
Un secreto de estrellas los huesecitos
abandonados por el tiempo para ser hallados
clamoroso silencio se escucha
al son de los pasos de quien busca
de quien busca siempre
de quien encuentra la inmensidad
Es cruz de nadie se pregunta
en el lenguaje entre cromosomas
el limbo de calcio escrito para ser descifrado
Alguien inasible pende todavía
entre el polvo y el carpe diem
El viento en sus entrañas asimila
es el reino ahora para los desaparecidos
de los días que no se nombran
y la honra absorta de la voluntad
por el inhóspito mar de arena y el oleaje de gobernadoras
el mismo siempre cambiante
Escenas de caprichosos dioses
en la obra negra de la muerte
y los toneles de metal oxidado
ahuecados
el sofisticado implemento de tortura
fuera del tiempo y del orden
Un muchacho sostiene la cruz
y en la oscuridad de los ojos cerrados
reposa el cuerpo de la abigarrada química
del duelo sin fin
La cruz sostiene al hombre
el desierto sostiene al hombre
sostiene a la historia clandestina
y la caminata sigue aún sin avanzar
Los viajeros aventajan
arrebatando terreno al vacío
ese limbo encallado en calcio
y buscando en el corazón del mundo
con un pequeño trinche
en el fondo de una fosa
El fuego extinto y sus brasas sin arder
son las cenizas hachas tierra
en el otoño perpetuo
y las pequeñas rocas por las noches
son estrellas y las constelaciones
dibujadas por cada desaparecido
III
(Blanco)
Un muro de agua levantado sobre el desierto
la frontera entre ese hueso extinto
y la vida en una lágrima
y el agua siempre nueva
Mamá, papá
el cuerpo destila ese futuro incierto
que aún anda entre brechas
incluso oculto a la luz
por eso la memoria
de carne hecha piedra
Hijo, hija
el agua viva hará florecer
el recuerdo encarnado
en roca que alguna vez fue alguien
la sustancia del mundo
Hermana, hermano
un abrazo es el día envolviendo la noche
no la ausencia ni el recuerdo
sino el paso del tiempo
y la suerte inaudita
es agua vívida
y semilla intacta
grabada en la escritura de la sangre
sin envejecer nunca
A veces el destino es aquella nube
mirando a todos buscar en el desierto
Ese llanto en la mejilla
ahora es el muro
y las lágrimas florecer en el desierto
una y otra vez será el verano sin fin
como esa última fotografía
de la que pende un nombre sin olvidar
de quienes no duermen por buscar
azuzan la existencia
en el actor de amor genuino.
Gilberto Lastra
Periodista y escritor radicado en Durango, Durango.