Marisela Escobedo fue asesinada el 16 de diciembre de 2010 frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua mientras protestaba contra la impunidad y la inoperancia de las autoridades ante el feminicidio de su hija Rubí.
El documental Las tres muertes de Marisela Escobedo hace un recuento de la lucha de una madre decidida a impedir que su hija se convirtiera en una estadística más en un país feminicida y cómo su búsqueda de justicia la llevó a la muerte.
La primera muerte que sufrió Marisela fue la de su hija Rubí. A ella la mató su pareja, Sergio Rafael Barraza Bocanegra, en 2008. Su cuerpo fue quemado y arrojado a un terreno denominado “las marraneras”, donde la gente suele tirar desperdicios animales.
El mismo Barraza confesó su crimen y pidió perdón a Marisela durante el juicio, sin embargo, fue absuelto por falta de pruebas. Esa es la segunda muerte a la que alude el título de la película:
“Me la volvieron a asesinar estos jueces, le volvieron a dar muerte con su veredicto”, escuchamos decir a la propia Marisela en una de las entrevistas recopiladas en el documental dirigido por Carlos Pérez Osorio.
La tercera muerte fue la de ella. Ocurrió en un lugar público y lleno de cámaras de seguridad que sólo sirvieron para captar el momento de su asesinato, pero no para hacerle justicia.
Son los hijos de Marisela, sus representantes legales y algunos amigos quienes narran la historia en el documental producido por Netflix, pero ella también se hace presente mediante las entrevistas que dio en vida, pues su incansable lucha la puso en el foco mediático muchas ocasiones.
Y si bien el documental nos lleva de indignación en indignación, el colmo es escucharla predecir su propia muerte.
Decir todo esto puede sonar a ‘spoiler’, pero enterarse a detalle de las omisiones, la ineptitud y la irresponsabilidad que rodean al caso es aún peor y más impactante que leerlo. No es ficción, sino una historia real que por desgracia se sigue repitiendo.
Son muchos los méritos de Las tres muertes de Marisela Escobedo, pero quizás el mayor es que, a través de un caso específico, logra exhibir —de manera clara y respetuosa con las víctimas— las carencias del sistema de justicia y, por ende, de un Estado (narcoestado) al que no le importan las mujeres.
La lección más dura que feminicidas, gobiernos, policías represoras y una sociedad indolente nos dan es una: la vida de las mujeres no vale nada. Contra esa injusticia hay que luchar de todas las formas y por eso documentales como este son tan necesarios.
Jessica Ayala Barbosa
Es originaria de Torreón, Coahuila (1988), donde ha desarrollado la totalidad de su carrera profesional. Periodista independiente, egresada de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila. Es socia fundadora y editora del portal Plaza Pública. Escribe la columna Lagunauta en el suplemento mensual M Laguna de Milenio.