Silvia Stephanie Sánchez-Viesca Ortiz siempre fue una niña introvertida y tierna. Desde pequeña no fue del tipo que hacía escándalos para llamar la atención. Cuando requería algo susurraba la petición al oído a su madre.
“Ella siempre estaba con sus hermanos cuando era niña. A espaldas de donde vivíamos había un terreno donde jugaban y siempre me llegaban con ardillas, lechuzas, garcitas, ratas y víboras… yo pegaba el grito en el cielo”, rememora su mamá Silvia Ortiz Solís.
Su personalidad introvertida la hizo rechazar una fiesta por sus 15 años. En lugar de eso pidió de regalo ir a un concierto de Britney Spears, de quien incluso dibujó una imagen en la pared de su cuarto.
“Nos fuimos ella y yo, fue una locura ese viaje y se nos pegó un muchacho que nos robó, nos quedamos sin dinero para el regreso”, recuerda su madre.
Silvia guarda en su mente con cariño un par imágenes de ese concierto: su hija con unos binoculares para ver a su cantante favorita ante la lejanía del lugar en que estaban y las marcas que le quedaron alrededor de los ojos al terminar el espectáculo.
“Se la pasó con los miralejos todo el concierto y cuando se acabó tenía unas ruedas marcadas, pero estaba fascinada de haber asistido al concierto”, recuerda.
No fue la única ocasión en que el tema Britney Spears causó risas y sustos a su familia. Silvia se percató un día que Fanny tenía un piercing en el ombligo que ella misma se colocó por su admiración a la cantante, la reacción fue de susto por el pavor que tenía a las inyecciones.
Fanny tenía miedo a la impresión de su padre Óscar, no encontraba cómo decirle y Silvia encontró el modo. Un día que veían la televisión pasaron imágenes de una joven que traía un piercing y le preguntó a su esposo su opinión. Él respondió con groserías y Silvia le dijo que también su hija tenía uno.
Óscar mandó llamar a Fanny para verlo. En lugar de regañarla le aseguró que se veía hermosa.
“Más que ser madre e hija, éramos amigas, cómplices”, afirma Silvia.
Una chica detallista y amorosa
Silvia no olvida cada 10 de mayo, pues era especial gracias a Fanny. Tiene presente un año en que mientras lavaba ropa le gritaban que volteara, estaba desconcertada sin darse cuenta y la regañaba porque no entendía hasta que su hijo le indicó que volteara a ver un anillo que Fanny había bajado desde el segundo piso con un hilo.
“A ella le gustaba escribir cartas con dibujitos y nos daba un detalle. Si no tenía dinero, un chocolate era un regalo que bastaba y lo aceptabas con mucho cariño por las cosas que te escribía”, comparte.
Las cartas que Fanny escribió las conserva su familia. Óscar lleva doblada en su cartera una que le hizo para el día del padre y cuyo mensaje habla de que nunca se rinde por sacar adelante sus hijos.
Para Óscar su hija es su adoración. Siempre quiso hermanas, pero no tuvo y hasta que fue el tercer embarazo de Silvia le tocó una niña y su comportamiento fue muy diferente.
“Podía yo decirle algo y no pasaba nada, pero si ella le decía vámonos de un lugar, vámonos”, dice Silvia.
Sus sueños
En la preparatoria un pensamiento rondó por la cabeza de Fanny y lo compartió con su madre un día: estudiar medicina para ser pediatra.
Su mamá no entendía el motivo y trató de hacerla desistir con videos sobre lo que tienen que hacer los médicos, pero ella insistió en que era lo que quería. La razón principal era una: quería ayudar a los niños, pues ellos no tienen la capacidad de los adultos para comunicarse y decir cuando algo les molesta.
Fanny le pidió un día a su mamá apoyo para ir a pedir informes sobre la carrera, pero ella contestó que no, que ella tendría que hacerlo sola por su edad.
Contrario a lo que pensaba su mamá, lo hizo, un día le contó que ya tenía toda la información e iba a prepararse para el examen de admisión. Silvia estaba muy feliz.
Fanny le solía decir a Silvia que no pensaba en el matrimonio. Cuando había un cuestionamiento sobre si no pretendía darle nietos respondía que para eso era la inseminación artificial.
Su madre piensa que el desencanto hacia el matrimonio era debido al antecedente de sus tías solteras o bien porque se sintió perseguida por los hombres.
“¿Por qué los hombres tienen que decirnos cosas tan feas?”, le expresó en una ocasión. Ella era el centro de atención en diferentes escenarios en la calle, incluso en una ocasión al pasar por un gimnasio su madre se percató que todos los que entraban ahí se formaron para verla y hasta soltar piropos.
“Ella decía que no quería salir a la calle porque la molestaba, me tenía que ir con ella hasta el autobús para que pudiera partir”, refiere Silvia.
Su madre está convencida de que si no se hubieran llevado a su hija habría estudiado la carrera de pediatría. La imagina incluso en casa dando regaños a la familia porque no cuidan su salud.
“Estaría con nosotros en primer lugar, todavía no casada y ya trabajando en el Seguro Social o el ISSSTE porque habría luchado por eso. Yo la veo vestida con su bata, buscando salir adelante y cerca de los niños”.
El recuerdo de la adolescente está presente en la memoria colectiva. Gracias a la lucha de su familia lograron la fundación del colectivo Víctimas por Nuestros Derechos en Acción (VIDA). A 20 años de su ausencia, a manera de conmemorar su vida, fueron grabados y subidos a redes sociales diversos videos en que cuentan sus vivencias con ella.
Fanny es una de las historias que quedó trunca en los hogares coahuilenses durante las últimas dos décadas. Desde el 5 de noviembre de 2004 a la fecha, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, hay 331 niños, niñas y adolescentes desaparecidos.