Las mujeres no sólo luchan por las mujeres, las mujeres se organizan y salvan a otras mujeres, coinciden dos luchadoras sociales y defensoras de los derechos humanos: Elda Nevárez y Alma Gómez.
Su integración al Movimiento de Acción Revolucionaria (M.A.R), grupo guerrillero gestado tras la Matanza de Tlatelolco (2 de octubre de 1968), fue el inicio de su larga trayectoria en movimientos sociales, la cual sigue hasta la fecha.
Ambas hablaron en el conversatorio “Mujeres que luchan por mujeres”, convocado el fin de semana pasado por el Centro de Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”, del contexto en que crecieron, cómo se integraron a los movimientos armados y continuaron su lucha.
Escucharlas es conocer de viva voz las luchas de aquél México de la década de los 50’s , 60’s y 70’s, desconocidas para muchas y muchos, porque es de lo que no se escribe en los libros de historia escolares y poco o nada se mencionan en las aulas.
Hablaron del Movimiento Feminista de aquella época y uno de sus más notables logros, la popularización de la píldora anticonceptiva que dio a la mujer la oportunidad de continuar sus estudios universitarios; el Movimiento Ferrocarrilero (1958-1959); el Movimiento de Médicos, el Movimiento Estudiantil de los 60’s en Guerrero, el Movimiento en Chihuahua por las tierras que estaban en manos de unos cuantos, décadas después del reparto agrario de Lázaro Cárdenas y del asalto al cuartel militar de Madera, Chihuahua, donde murió Pablo Gómez Ramírez, padre de Alma Gómez, quien defendía la causa social.
Todo esto precedido al Movimiento Estudiantil de 1968 donde son asesinados por el Ejército un número hasta ahora desconocido de estudiantes, en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México.
La palabra represión, asesinato, cárcel y tortura fue una constante en cada una de estos movimientos. En ese contexto, ambas se enlistan al M.A.R. En el caso de Elda Nevárez, junto con otras 60 personas, viaja a Corea del Norte a recibir entrenamiento militar y político.
“Ya habíamos vivido toda una historia de represión, la estábamos viviendo. En la sierra de donde yo provenía era cotidiana la represión de campesinos por parte del Ejército”, narró Nevárez.
“Vemos la oportunidad de hacer algo y ese algo fue la lucha armada. A este estado de represión, intolerancia, abuso y corrupción, hay que responder con violencia porque así tomaron tierras sin ninguna oportunidad de defenderte, así que nos lanzamos a la lucha armada con todas ganas de cambiar las cosas del país, con ese ánimo de cuando eres joven“.
Agregó que de todo lo que recibieron en Corea del Norte, el entrenamiento político es lo que conservaron en sus mentes.
“Ahí aprendimos que no basta con las armas, que tienes que sostener un movimiento con el pueblo, que es el pueblo el que tiene que salir adelante. Ustedes pueden llegar a una población armados pero si llegan a una población y esa población no les ofrece alimentos, no se vale que lo tomen a la fuerza aunque se estén muriendo de hambre”.
“Cuando el pueblo se decide a apoyarte lo va a hacer de corazón, pero si tú le exiges con las armas entonces el pueblo va a ser tu enemigo”.
Otra cosa que aprendieron fue la “humanidad”, el sentido de solidaridad “apoyo no sólo entre los que estábamos jugándonos la vida hombro con hombro. Apoyo a todo aquel que padeciera la injusticia”.
La lucha armada duró poco. El M.A.R supo que el pueblo no los respaldaba. Además sus integrantes fueron encarcelados, entre ellos Nevárez y Gómez.
Es cuando un grupo de mujeres, liderado por Rosario Ibarra de Piedra, irrumpe en la escena pública para exigir la aparición con vida de sus hijos e hijas y amnistía para las y los presos políticos, a través de huelgas de hambre y una serie de actividades que captaron la atención a nivel nacional e internacional.
“No hay luchas pequeñas, todo lo que hagamos es de gran valor porque cuando yo estuve secuestrada en el Campo Militar Número 1 nunca imaginé que iba a volver a ver la luz del sol… yo nunca pensé obtener la libertad y no fue por la buena voluntad de mis captores, es que se levantó un movimiento donde estaba mujeres madres de familia con sus hijos desaparecidos en la lucha política (…) se levantaron ya no por sus hijos, sino por los hijos de todas”, expresó Elda Nevárez.
Ese grupo de mujeres logró la localización de más de 100 desaparecidos, que regresaran exiliados políticos, que salieran presos políticos de la cárcel, “un grupo pequeño de mujeres a quienes les debo no solo mi libertad, sino mi vida”, puntualizó Nevárez.
Gómez indicó que las “las mujeres juntas ni difuntas” es una gran mentira que se nos repite una y otra vez y lo constata con los logros que han alcanzado las organizaciones de mujeres, uno de ellos Movimiento Estatal de Mujeres de Chihuahua formado por mujeres de diferentes organizaciones que tenían otras causas, pero encontraron algunas en común y fueron las que persiguieron juntas como los feminicidios de Ciudad Juárez.
Gámez fue además la primera diputada de izquierda y junto con otras 6 diputados impulsaron agenda de género en la legislatura (1998-2001), logrando la creación de la Comisión Equidad de Género y la Familia y el Instituto Chihuahuense de las Mujeres.
“Desde luego siempre hemos trabajado en lo que estamos de acuerdo, las mujeres sí podemos trabajar juntas”, agregó.
Es por eso que ambas ven con esperanza el Movimiento Feminista que, aunque amplio y disímil como el movimiento social, puede tener puntos de coincidencia en los que se pueden trabajar para sacar adelante.
“En el caso de las mujeres los últimos 8 de marzo ha estado multiplicándose el número de asistentes, en Chihuahua, exigiendo derechos, reclamando justicia y demás, ojalá y no sea nada más cada 8 de marzo. Sí hay demandas sentidas nada más que hay que verlas, organizarse y buscar los caminos para resolverlas juntas”, concluyó Alma Gómez.