“Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”.
Arthur Schopenhauer
Fotos: Facebook Muestra Nacional de Teatro
Me parece pertinente arrancar citando a Schopenhauer, en especial su aforismo sobre la memoria porque últimamente he estado reflexionando mucho con este concepto.
Con motivo del Día Mundial del Teatro, me invitan aterrizar reflexiones a las que he llegado.
El arte es un referente para enmarcar los acontecimientos de una época interpretados por sus creadores desde sus subjetividades. Me queda claro, como con la pintura, literatura, escultura o hasta la música, es posible aterrizar esta interpretación y perpetuar la memoria. Pero, ¿cómo lo escénico (con su bendita condición efímera) puede convertirse en un instrumento para la memoria?
Afortunadamente pude conocer a La memoria del instante y su seminario “Otro(s) Teatro(s)” que llegaron a compartirme otras posibilidades de pensar el teatro y, con esto, otras formas de entender lo escénico como una guarida para la memoria.
Hay una cifra que, curiosamente, no me sorprendió, pero es interesante, solo el 1% de la población en México va al teatro. Por eso cuando llegó la pandemia (hace tres años), se creía que el teatro iba a morir… Y murió, aunque sea unos meses. O lo hizo para quienes se aferran a una idea hegemónica de lo que es el teatro. Es decir, para quienes piensan que el teatro solo es el recinto y no el acontecimiento.
Intentaré explicarme un poco más citando otra disciplina. El cine es el lugar donde vamos para ver largometrajes. Estas proyecciones pueden ser de diferentes géneros, técnicas y narrativas. Sin embargo, lo que nunca va a cambiar es el acomodo del lugar. La pantalla y las butacas han estado en ese acomodo desde que se inventó el cine, claro, ¿cómo verías bien la proyección si estuviera la pantalla detrás de ti? Sin embargo, puedo sacar el largometraje del edificio y proyectarlo en mi casa, en mi celular, un asiento de avión, etc. Es posible sacar a la película del cine y no perderá su condición de largometraje. ¿Por qué entonces no pasa lo mismo con el teatro que en cuanto lo sacamos del edificio (o su hegemonía) se cuestiona o señala diciendo “Eso no es teatro”?
Entonces, ¿qué hace teatro al teatro?
Esto es tema para buen rato y no es tema ahorita, así que intentaré sintetizar esperando no reducir. Es imprescindible entender que todo teatro cuenta con teatralidad, pero no toda teatralidad involucra al teatro. La teatralidad es ese algo que tiene un acontecimiento que le dota de sentido teatral.
Entendiendo el teatro como lenguaje. Es la posibilidad de articular preguntas.
Y es entonces que se abre el umbral para dialogar con la memoria desde la escena y los cuerpos.
Esto no es nuevo, se hace desde hace mucho, cuando se dieron cuenta que el teatro convencional o teatro-teatro en realidad no dialogaba con el espectador, sino que monologaba. Se compartía un discurso sin derecho a réplica, a menos que conocieras a las creadoras involucradas con el proyecto y les expusieras tu punto de vista a expensas de ofender por pensar diferente.
Gracias a pensar en una escena expandida, se llegó al entendimiento de la eficacia estética fuera de la arquitectura teatral para abrir la posibilidad de creación/reconstrucción de la memoria.
¡Hay que hacer mucho más que solo recordar!
El papel de la memoria en la justicia transicional. Se puede evaluar teniendo en cuenta los objetivos de ésta. Distintos autores y observadores han argumentado que la justicia transicional puede tener un impacto en la construcción de paz, la reconciliación y el fortalecimiento de la democracia, y con la memoria como herramienta se puede intentar llegar a los siguientes puntos:
- Verdad
- Justicia
- Reparación
- No repetición
Ruben Ortíz propone a la teatralidad como un medio para aterrizar la “Justicia Poética”.
A través del arte y la ficción existe una especie de sanación para seguir en la lucha. Y es que no es solo pensar piezas escénicas para recordar, sino encontrar formas de cumplir el deseo de compartir con otros cuerpos. Porque a fin de cuentas, la memoria vive en los cuerpos.
Con esto, espero no se entienda que existe un antropocentrismo, pues existen otros cuerpos, como el trabajo de Fran Arrieta, quien desde la idea de creer que la realidad es tan grande como para enjaularme en la arquitectura teatral explora la invocación del Río de las Avenidas con su pieza escénica “Postales al río”. Este proyecto tiene que ver con pensar en el Río de las Avenidas de Pachuca que, actualmente, está entubado y corre por debajo de la avenida que lleva su nombre.
Nombrarlo, pensarlo, volverlo presente implica activar sus historias, no la oficial, sino las pequeñas historias que abren la memoria del río y, con ello, recuperar el vínculo entre la gente (el cuerpo social) y el cuerpo acuático. Esto se logra con recorridos a lo largo de la rivera, visitando estaciones que muestran las postales. Además del proceso de investigación/creación.
Pero claro, aparecerá alguien diciendo: Eso no es teatro.
Es necesario recordar que los artistas tienen la responsabilidad de inaugurar espacios inauditos, asimilando sus afectos y deseos de compartir para sentirse acompañados. Es así que aparece la licencia de la ficción para realizar traducciones sensibles que detonen en la pieza y su convivio, sin olvidar que la performatividad/teatralidad no solo radica en el cuerpo de la artista.
lleana Dieguez, quien visitó Torreón en noviembre de 2022 por la 42a. Muestra Nacional de Teatro y ha volcado su vida a la investigación de esa teatralidad que rebasa los límites del quehacer teatral, articuló en una clase del seminario un concepto muy potente: Performatividad afectiva. Ésta es la dimensión concreta del ser cultural y su capacidad de presentarnos con el otro. Es decir, lo que nos afecta, nos lanza a la acción. No con un fin artístico per sé, pero sí intrínseco.
Como ejemplos citó acciones de personas que buscan a sus seres queridos desaparecidos que pelean rabiosamente con sus palabras y acciones llenas de corazonamiento, es decir, pensándose en colectivo con acciones desde el corazón.
Esto también es memoria desde la escena… Pero, ¿es teatro?
Torreón o La Laguna cuenta con un gremio artístico muy diverso con poéticas igual de variadas. Sin embargo, en el gremio teatral he notado cómo la memoria de nuestra región aparece solo por encima o en proyectos escondidos que casi nadie consume porque eso no es teatro. Espero no se saquen de contexto estas palabras, no estoy demeritando ni diciendo que el teatro que se hace acá sea malo, sino todo lo contrario.
Y es que, parafraseando Cuahutémoc Lazo (La memoria del instante), si bien las artes vivas son memoria al congregar cuerpos; el teatro nos permite juntarnos a reconstruir y redignificar el relato, sin embargo no es algo per sé del quehacer teatral. Lograrlo conlleva un trabajo ético e investigación.
Entonces, cuestiono mis practicas y me surge una pregunta, que más bien es una invitación desde el deseo a compartir con excusa de la efemérides próxima:
¿Qué puede hacer el arte por la visibilidad de la vida y la articulación de la memoria de nuestra región?
Por esto, creía pertinente citar a Schopenhauer. Nuestra región tiene un montón de memorias que, creo, estamos mandando al olvido. Es necesario utilizar el arte vivo para traer al desolvido la memoria y mediante los acontecimientos teatrales expandir la memoria entre los cuerpos.